Este ensayo ya me interesaba antes de que se publicara en España porque su autora, Olivia Laing, se propuso analizar los vínculos entre el alcohol y la literatura fijándose en la obra y en la vida de seis grandes autores: F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Tennessee Williams, John Berryman, John Cheever y Raymond Carver (aunque yo no conocía a Berryman y he buscado y no encuentro rastro de traducción alguna de sus poemas en España, y pese a ello su historia es una de las más sórdidas del libro pues el poeta tenía tendencia a la autodestrucción). Laing voló a Estados Unidos y estableció una ruta por el mapa norteamericano que unía algunos de los puntos por donde estos escritores y dramaturgos se habían movido, por sitios donde malvivieron y crearon. El título lo explica al principio:
Había una frase de La gata [sobre el tejado de zinc] en particular que se me quedó grabada. Brick, el borracho, es convocado por su padre. Big Daddy le suelta un discurso y al cabo de un rato Brick necesita su muleta. "¿Adónde vas?" pregunta Big Daddy, y Brick contesta: "Voy a hacer un pequeño viaje a Echo Spring". Físicamente, Echo Spring es el nombre en clave para el mueble bar, sacado de la marca de bourbon que contiene. Simbólicamente, sin embargo, se refiere a algo totalmente diferente: quizás al estado de silencio o a la erradicación de pensamientos conflictivos que, al menos temporalmente, se consigue con la cantidad suficiente de bebida.
Olivia Laing, además, y como hizo por ejemplo Helen Macdonald en H de halcón, nos cuenta cómo viaja, a quién conoce, lo que lee y lo que siente, de tal manera que no estamos sólo ante un libro de no ficción, sino que también hay vetas autobiográficas, algo que ya he dicho que a mí me apasiona. Muy recomendable para cualquier fan de la obra de uno o de varios de los autores a los que Laing menciona. Dos extractos:
La palabra viaje también parecía importante. Muchos alcohólicos, entre ellos los escritores que me interesaban, han sido viajeros incansables y han recorrido a lo largo y ancho sus propias naciones como espíritus inquietos, e incluso otros países del mundo. Igual que a Cheever, me parecía posible trazar el curso de algunas de estas desasosegadas vidas mediante un viaje físico por Estados Unidos.
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Cada uno de esos lugares había sido una estación de paso o escala en el que se había desarrollado alguna de las sucesivas fases de la adicción al alcohol de los protagonistas. Viajando en orden por esos lugares, pensé, sería posible construir una especie de mapa topográfico del alcoholismo, dibujando su contorno desde los placeres de la embriaguez hasta la extenuante crueldad del proceso de desintoxicación. A medida que viajase por el país, moviéndome entre libros y vidas, tenía la esperanza de acercarme a comprender lo que significa la adicción al alcohol o, al menos, a descubrir qué había significado el alcohol para los que habían luchado contra él y a los que, en algunos casos, había destruido.
[Ático de los Libros. Traducción de Núria de la Rosa]