ENTREVISTA en ACVF EDITORIAL



Entrevista con Vicente Muñoz Álvarez,
autor de El merodeador

Por Inma de Arcos

Acaba de cumplir cincuenta años y más de una decena de libros, y sigue escribiendo la literatura fresca y personal de sus veinte y pocos años, quizá incluso más fresca y personal que la de sus inicios. Vicente Muñoz Álvarez es editor alternativo y poeta, y a su manera un crítico de música y de cine. Pero es sobre todo el autor de El merodeador, libro del que ACVF Editorial acaba de publicar la segunda edición, revisada por él mismo y ampliada. Es quizá su obra con más capas, la que más nos permite proyectarnos como lectores, apoyándonos en el nervio de sus páginas para construir nuestro propio nervio. Entre la autobiografía y la ficción, los relatos de El merodeador son la descripción de la quiebra mental de un escritor, un recorrido peligroso por ese filo de lo imposible que los creadores solitarios deben atravesar para alcanzar la autonomía creativa. Le quería preguntar por ese delfín que aparece varado en una playa y he conseguido que me responda. 

Éste es el resultado de ésta y otras preguntas. 

¿Cuándo y cómo surgió la idea de escribir El merodeador?

Calculo que hacia el año 2003 o 2004, poco después de que terminara mi anterior libro de relatos, Los que vienen detrás (DVD Ediciones, 2002). Comencé a escribir algunos fragmentos sueltos, primero, que poco a poco y con el paso del tiempo fueron cobrando sentido y unidad global, conformando esta especie de híbrido entre novela y libro de relatos que es El merodeador. Por aquel entonces vivía en una vieja casa de pueblo restaurada, y allí, en ese entorno solitario y a veces inquietante, salió este libro, que describe fielmente mi estado anímico y sentimental de aquellos días.

Han pasado casi diez años desde la primera vez que se publicó El merodeador. ¿Qué diferencias hay entre aquella primera edición en Baile del Sol y esta nueva edición en ACVF Editorial?

Esta versión incluye dos relatos inéditos que escribí justo después de la publicación del libro y que vienen a ser una especie de colofón o conclusión final al mismo. Además de haber revisado y pulido en profundidad la versión original. Eso sí, a diferencia de aquélla, por razones editoriales, esta versión no incluye las fantasmagóricas ilustraciones de Toño Benavides que acompañaban a la primera, salvo la de la portada.

¿Los libros que leemos y que escribimos nos pueden cambiar la vida, nuestra manera de entender la vida?

Estoy convencido de que para ciertas personas, lectores y escritores, es así. Al menos en mi caso es así. Este libro, El merodeador, está dedicado a Thomas Bernhard, uno de mis escritores fetiche, que por aquel entonces leía obsesivamente, y eso, sin duda, se refleja en él. A la vez, la escritura es para mí una especie de catarsis y exorcismo que me ayuda a expulsar fantasmas y miedos y refleja mis experiencias, con lo cual todo se retroalimenta de todo, lo que leemos y escribimos, conformando lentamente y a la larga nuestro destino.

El relato del delfín, «La playa», es uno de los que más me ha sorprendido. Me ha parecido que puede tener, además, una base autobiográfica.

Sí, totalmente autobiográfica, como la mayoría de los relatos de este libro y de casi toda mi obra al completo. Tal cual lo cuento en ese texto, sucedió. El ochenta por ciento de El merodeador es autobiográfico, pero este relato en concreto lo es al cien por cien.

También otros animales, como los gatos y los peces, juegan un papel determinante en este libro.

Los animales han sido y son muy importantes en mi vida, siempre me han rodeado, perros, gatos, tortugas, salamandras, tritones, peces, etcétera. Siento una especial debilidad y empatía por ellos, sobre todo por los perros, y sus vidas y destinos se entrelazan muy estrechamente con el mío, apareciendo a menudo en mis libros.

El merodeador es una presencia constante. Qué es el merodeador: ¿la amenaza de locura, de enfermedad? ¿la posibilidad de la muerte? ¿o todas estas cosas juntas?

Todas esas cosas juntas, sí, por un lado, algo así como la voz de mi conciencia, tal vez... Y por el otro, mi alter ego escritor, esa parcela de mi cabeza siempre alerta y al acecho, merodeando alrededor de mí, observando y transcribiendo lo que siento y pienso y observo...

No soy muy partidaria del concepto de generación, pero ¿cuál es la relación de tu generación con la enfermedad y la muerte?

Supongo que la misma que la de cualquier otra, una realidad y certeza desoladora, aunque en mi caso en concreto, bastante influenciada también por los estragos que las drogas produjeron en los años ochenta y noventa en mi entorno, que se llevaron a muchos conocidos y dejaron, en otros, tremendas secuelas.

¿También tenemos en España nuestros propios escritores malditos?

Por supuesto. Algunos ya paradigmáticos, como Leopoldo María Panero, otros menos conocidos, como El Ángel, José María Fonollosa o Raúl Núñez, y muchos otros que ya casi nadie recuerda, como Pedro Luis de Gálvez o Armando Buscarini, junto a miles más de los que, por desgracia, al haber quedado su obra inédita, nunca se ha sabido ni se sabrá... La literatura está llena de escritores malditos, el arte en general lo está, crear es a la vez un don y una maldición que te aísla del mundo y estigmatiza, para lo bueno y (especialmente) para lo malo...

Aunque eres un admirador de algunos autores estadounidenses, como los beat, aquí me ha parecido ver un estilo, digamos, más europeo, incluso centroeuropeo. No sé si esto que te pregunto tiene algún sentido.

Sí, por supuesto. Como te comentaba antes, este libro está dedicado al escritor austriaco Thomas Bernhard, y por él pululan también Kakfa, Pessoa, Céline, Pavese, Unamuno, Sartre, etcétera, etcétera. Los beat han sido otra de mis grandes influencias, sin duda, pero en El merodeador, quizás, están menos presentes que los escritores europeos.

¿Cómo ve el Vicente Muñoz Álvarez de hoy, un autor maduro, al autor que concibió esta obra hace ya más de una década? ¿Hubo un antes y un después de El merodeador?

Como un escritor enfrentado en soledad a sus propias fantasmas en un caserón de pueblo aislado, ya con una base de muchas lecturas y libros publicados, buscando su propia identidad. Es, aún hoy, uno de mis libros favoritos y de los que más orgulloso me siento, con uno de los que más me identifico, y creo que el primero donde conseguí escribir lo que verdaderamente quería escribir.

Unos críticos han identificado El merodeador con una novela; otros, con un libro de relatos. ¿Cuál es la opinión de Vicente Muñoz Álvarez?

Yo creo que es ambas cosas a la vez: un libro de relatos que se puede leer como una novela, porque hay un hilo conductor, una estructura circular y conexiones entre todos los relatos, y una novela que se puede leer como un libro de relatos, porque todos ellos son independientes y autónomos y pueden leerse y comprenderse sin necesidad del resto. En realidad, este es mi formato favorito, este tipo de libros de relatos con un hilo conductor común, a modo Las mil y una noches o Los tres impostores, del gran Arthur Machen, otro de mis libros de cabecera.

Has escrito tanta o más poesía que relatos. ¿Con qué género te sientes más a gusto a la hora de expresarte?

Creo que soy un escritor todoterreno, porque también he escrito varios ensayos, y me muevo a gusto, sin presiones, en los tres géneros. Aunque siempre me va más, en cualquier caso, el formato breve. Por naturaleza y principios tiendo a la concisión y si puedo decir algo en cien palabras, no utilizo mil. Me gustan, además, los territorios fronterizos, la prosa poética, por ejemplo, y mezclar en un mismo libro poesía y prosa. Aunque tampoco es que me importe mucho el género, escribo lo que siento y quiero escribir, salga en el formato y registro que salga, sin más ni más, y sin pensar en cuál encuadrarlo.

A una isla desierta (o a un pueblo incomunicado), ¿te llevarías un libro de Pessoa, uno de Bernhard…?

De Bernhard, sin duda, que para mí es uno de los más grandes escritores de todos los tiempos. De Pessoa me quedo con esa maravilla que es el Libro del desasosiego, otra influencia importante en mi obra, pero no con la mayor parte de su poesía, que no es del todo de mi agrado.

Enhorabuena por tu libro. Muchas gracias por atenderme.

Gracias a ti.



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