zurcir el agujero de la media azul.
planchar tu camisa blanca con almidón
para la reunión del trabajo.
probar el arroz
para saber si está a punto.
preparar la mesa
con los mejores cubiertos,
los individuales y las servilletas bordadas,
las copas de cristal y tantos otros detalles.
tender la cama con las sábanas color lavanda
y la manta tejida que trajimos del Norte.
salir a la calle por las mañanas
a hacer los mandados:
comprar el pan calentito para luego al regresar a casa,
untarlo con manteca y mermelada de ciruela
mientras el humo del café vuela hacia el techo.
ir a la verdulería y llenar la bolsa
con las mejores manzanas,
las más grandes y perfumadas;
naranjas para jugo y un ramito de albahaca
para la salsa de los fideos.
pasar por la carnicería para traerte un buen bife de costilla
- no como carne así que seguro adoras ese gesto -
ir hasta el cerrajero y hacer un nuevo juego de llaves.
no tan distinta, pensé.
aunque mis preocupaciones no incluyan ninguna
de las acciones citadas arriba.
aunque mis uñas estén intactas y divinas
- no lavo platos y nunca lo haré -
aunque mis manos no sepan
tejer,
bordar,
coser.
aunque no planche y vos no uses camisas.
aunque viva de noche y duerma de día.
aunque lea de forma enfermiza y
fume de manera compulsiva
hasta que mis yemas se tornen amarillas.
aunque beba cerveza o whisky de madrugada
mientras escribo tonterías.
aunque no use vestidos floreados o sandalias
- mi vestimenta se reduce a jeans achupinados y
remeras rotas de bandas musicales -
no tan distinta, pensé.
¿acaso debo ser una muñeca moldeada que agache la cabeza
frente a sus posturas incorrectas?
no tan distinta, pensé.
para amar cómo y cuánto amo
sólo necesito de las palabras precisas
en el momento adecuado.
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