Millet y el realismo

Millet es la otra cara de la moneda de Daumier. Su pintura es mucho más sosegada y estática, más atenta a la representación de la realidad. Millet desprecia la teatralidad de las imágenes para producir un golpe de efecto. En Millet percibimos todo lo contrario que en las obras de Daumier; un universo recogido, íntimo, en lo que lo sencillo se eleva a categoría clásica.

Los protagonistas de las obras de Millet son los campesinos. Ya anteriormente, en la Historia del Arte, se había realizado cuadros con campesinos como los de Brueghel, pero siempre se les representaba como unos holgazanes borrachos.

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Millet retrata a la población rural más pobre de Francia, pero eleva la dignidad de los campesinos, a través de sus figuras clásicas les otorga de una nueva importancia.  Esta temática artística, que  fue muy popular, se minimizó su peligrosa y latente fuerza social debido a que se interpretó de un modo más prosaico, evocando a un mundo de sencillez e ignorancia. Se trata de una  argucia política muy interesante si tenemos en cuenta que la gran batalla de la izquierda se estaba empezando a centrar en el mundo rural, una vez desalentado el proletariado urbano, como ha demostrado Clark.

Millet a partir de la dignidad pictórica no sólo revitalizaba, en un contexto agrario, el vocabulario heredado del arte clasicista, sino que también les decía implícitamente a los burgueses que acudían a los Salones a ver sus obras, que debían de tomar a este grupo de población en serio, como una fuerza emergente.

Su pintura, tendió siempre a ser opaca y terrosa. Baudelaire, espíritu clarividente, pero agrio, le echaba en cara los asuntos de sus cuadros: “Hace alarde de un sombrío y embrutecimiento en sus campesinos que excita nuestro furor. Parecen decirnos: somos los “desheredados” del mundo, los únicos que “producimos gracias a nuestro trabajo”. La representación de trabajadores o campesinos como protagonista de los cuadros ponía un tanto nerviosos a algunos escritores del momento y a burgueses. En sus escritos tildaba a los más desfavorecidos como unos animales incultos, estúpidos  y borrachos.

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En el Angelus dos campesinos interrumpen su trabajo mientras rezan. Es la primera vez que dos campesinos centran hegemónicamente la temática de una pintura. Las figuras son masas pesadas y tristes, con la cabeza baja, sumidas en la desolada inmensidad de las llanuras inacabables. Sus contemporáneos le reprocharon siempre su visión áspera y triste de la vida de los campesinos. Sin embargo, el pintor consideraba que “al mirar la naturaleza y los hombres nunca he visto su aspecto alegre”. Para él, que parecía escuchar las voces profundas de la naturaleza, interpretaba una realidad que, aun sin comprenderla como él afirmaba, transcendía cualquier sentimiento de complacencia bucólica.

El Angelus sirvió de inspiración para Dalí, que tituló su cuadro el Angelus Arquitectónico de Millet.

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El surrealismo como el realismo nace de la revolución. Revolución de la ciencia. El siglo XIX conoció un avance sin precedentes en esta materia. En el siglo XX  la teoría de la Relatividad de Albert Einstein y los descubrimientos en el ámbito de la teoría cuántica de Louis-Victor de Broglie y Werner Karl Heisenberg destruyeron los principios de causalidad con los que la física venía explicando el universo. Los planteamientos científicos vinieron  a desestructurar las nociones anteriores de la materia y del mismo hombre. La revolución en el plano de la mente viene de la mano de Sigmund Freud, lejos de moverse por la razón, la lógica y la voluntad, el hombre estaba gobernado por un estrato lejano, nebuloso, desconocido e incontrolable, el inconsciente.

A esta revolución le acompañó una revolución política. El comunismo, que debe sus ideales a Karl Marx, nacido en el siglo XIX.

Una de las principales aportaciones que realizó Dalí al surrealismo fue el descubrimiento del método paranoico-crítico. Partiendo de la las teorías del psicoanalista francés Jacques Lacan llegó a un sistema de prospección al que el propio pintor definió como un “método espontáneo de conocimiento irracional basado  en la objetivación crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones delirantes”. Una de las variantes iconográficas del repertorio-crítico del pintor ampurdés son los denominados caprichos o temas elegidos al azar como el Angelus, cuadro ejemplificador de la moralidad cristiana del siglo XIX y por el que Dalí sentía profunda admiración. En su proceso de interpretación de este motivo, Dalí lo dotará de connotaciones eróticas más o menos explícitas, como ocurre en la mayoría de su producción.

 

 

 

 

 

 

 


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