Meses atrás recomendé dos novelas sobre el western reunidas en un único volumen y escritas por Elmore Leonard: Hombre / Que viene Valdez. Como diría Umbral: no me voy a levantar ahora a mirarlo, pero juraría que entonces dije que las novelas del Oeste suelen ser menospreciadas en España. Como suele suceder con todo aquello que se aleje del realismo y de la guerra civil: aquí se ha denostado durante años la ciencia ficción, así como el terror, el fantástico y el western. Todo eso lo explica Alfredo Lara en el texto de presentación de Indian Country, primer número de la maravillosa colección Frontera de la Editorial Valdemar (colección que estoy decidido a completar, y de la que ya me he pillado unos seis títulos). Lo que Lara viene a decir es que el western literario fue infravalorado durante años en este país (al contrario que en Estados Unidos), y que ellos se proponen devolverle su brillo y su prestigio con nuevas traducciones, con edición de inéditos, con textos íntegros, con ediciones de lujo (y lo son: tapa dura, pinturas de afamados artistas en las cubiertas, etc).
El gancho para el lector, en el caso de Indian Country, es informarle ya en la portada de que dos de los relatos de su autora, Dorothy M. Johnson, probablemente la escritora más celebrada del género, sirvieron de base para dos clásicos como El hombre que mató a Liberty Valance y Un hombre llamado Caballo. Y son dos relatos magníficos, que los guionistas supieron ampliar y convertir en historias largas sin perder la esencia de los originales; pero la sorpresa del lector es descubrir que hay otros cuentos, nada conocidos, que resultan igual de fascinantes o más. Por ejemplo, el que quizá sea mi favorito: "Marcas de honor", una especie de homenaje a las tradiciones perdidas, que cuenta la historia de cómo unos cuantos jóvenes indios, ya adaptados a las costumbres y a las indumentarias de los blancos, le piden a un antiguo anciano guerrero que les guíe en el ceremonial de tener visiones (lo que ellos llaman "soñar la buena medicina"). Hay un momento del cuento en el que se dice: Hubo un tiempo en que era una buena cosa ser indio y viejo. Pero Charlie se vio burlado (casi) de sus prerrogativas porque vivía en la época equivocada.
Antes de leer otro de los mejores, "Un hombre llamado Caballo", todos recordamos a Richard Harris colgado de un poste con correas de cuero enganchadas en la carne del pecho. Esa ceremonia tradicional no aparece en el relato: pero sí aparece en el citado "Marcas de honor", donde uno de los indios de la tribu cheyenne se somete a esa tortura. Es evidente que el guionista de la película se inspiró en el relato que dio título a la película, pero tomando elementos de otras historias.
Una de las virtudes de Dorothy Johnson como escritora es que manifiesta el mismo respeto por los blancos (sean civiles, soldados, forajidos o exploradores) que por los indios (sean de la tribu que sean). Es decir, aquí no encontraremos el maniqueísmo propio de algunas películas antiguas del western: indios malos y soldados buenos. De hecho, a veces la autora centra sus historias sólo en personajes indios, y otras sólo en blancos; pero no faltan los relatos donde unos y otros se han mezclado (en "Un hombre llamado Caballo" hay un blanco que se adapta a vivir con los crows; en "El incrédulo" tenemos a un viejo que convivió durante años con una tribu y, cuando vuelve a reencontrarse con ellos, valora si volver a vivir en su compañía; en "Marcas de honor" hay indios que se han adaptado tanto que incluso se alistan para ir a la guerra). Otra de las virtudes, como señala Alfredo Lara en el introito, es la siguiente: consigue transmitirle al lector que lo que le está contando es verdad, que su recreación de la vida en la frontera es la más creíble que uno haya podido leer nunca.
Indian Country recoge 11 cuentos. Si te gustan los buenos relatos, independientemente del género, no debes perderte a Dorothy M. Johnson, de la que Valdemar ha publicado otro libro de cuentos que iré a comprar un rato de éstos. Un extracto de "La camisa de guerra":
Después de que Rige Sus Caballos hubo empaquetado los regalos en la manta y los hubo amarrado a uno de los caballos, el viejo guerrero volvió a hablar:
-No puedo entender a los blancos y no quiero verlos nunca más. Matan a los búfalos y mi pueblo pasa hambre. Disparan a nuestros jóvenes y las muchachas lloran en las tiendas. Nuestros niños no tienen padres que les traigan carne. No quiero ver a los hombres blancos. Los combatiré hasta que muera.
»Mason debería volver a su propia casa y llorar a su hermano. Creo que los pawnees mataron a ese hombre cuando era joven. Yo nací Cheyenne. Mi padre fue Hombre Toro y mi madre, Ella Canta.
»He ido a la guerra muchas veces. Solía ir al combate con solo una lanza, para demostrar que no tenía miedo a morir. Pero ahora voy con rifles, porque temo que mi pueblo muera.
[Valdemar. Traducción de José Menéndez-Manjón]