Palabras idiotas.
Camino por toda mi casa. Sé que estoy buscando algo imperdonable. Como es imperdonable haber permanecido con vida después de la catástrofe. Caminar o caer de rodillas es exactamente la misma cosa. Y a pesar de todo mi relación con la literatura existe, es una incoherencia constante, mirá, mirame las entrañas: ahí está, un cúmulo de libritos abriéndose y cerrándose de súbito, dando el golpe sordo hasta asfixiarme. Quiero comprender. Esto y tu rostro quiero comprender. La vida siempre puta. Putita. Arrastrada por los huesos, tartamudeando. Una vez alguien me tuvo crucificada por las piernas, eso es la enfermedad. No siempre. Algunas veces. Y escribo. Escribo palabras idiotas: adiós, hola, bienvenido, cigarrillo, casa, manos. Qué hacer con las palabras. No hay utilidad para las palabras más que la locura. Lo juro. Lo juro. Lo juro. Pregunto por mi cuerpo, digo cosas elementales, quién te abrazó hasta nunca. Cosas de estarse viva. Pero qué hacer con las palabras.