DANZA MACABRA por CELESTE PÉREZ FERNÁNDEZ



Temo la última caída tanto como la ausencia del celo. La consumación definitiva. Los ceses del respiro cuando no admiten ya la intermitencia. En el quebranto de mis uñas me huelen, y me desafían, ridículos gatos: la irregularidad de sus pisadas, los maullidos desde las falsas techumbres. Me apena que se fijen en mí. No envidio nada sus siete vidas a ras de suelo. Pero ella, conocedora de mi abismo, me mira. Se excita con mi pavor. Me tiende la mano hacia el baile. Me ofrece el jugo de las uvas. Pierdo la frecuencia del pulso, me dejo llevar...

La muerte, su séquito y yo. La danza dionisíaca, el séptimo vals.


Celeste Pérez Fernández


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