UN PALMO NADA MÁS
Los brazos de él se enroscaban por la espalda de ella. Sus manos estaban quietas, extendidas en su totalidad adaptándose a las caderas, lo suficientemente lejos del culo como para no preocuparse, pero lo suficientemente cerca como para no descartar posibilidades. Bajar un palmo su mano podría cambiarlo todo. Lo hizo; y ella le dejó. La vida se mide en palmos...