DOCTORA NUEVA

Sobre la mesa desplegó una libreta de recetas que se dispuso a rellenar en ese mismo momento. Tenía la mano fina, con los dedos del mismo grosor que el bolígrafo BIC que manipulaba. La letra era infantil, para nada de médico, lo que me hizo suponer que acababa de terminar el MIR. Retorcía su mano izquierda sobre la receta y se inclinaba sobre ella como una niña haciendo los deberes. Siempre me gustaron las zurdas, no sé por qué. Por último, una rúbrica en forma de garabato improvisado dio por concluida la consulta. Me hubiera quedado un rato más, la verdad, para hablar de pactos o algo.

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