Seix Barral.
Esta reseña apareció publicada el 12 de febrero en la revista Vísperas.
«Los cuerpos se agarran a la vida porque saben que no hay otra cosa».
EL AUTOR
Pablo Gutiérrez (1978) nació en Huelva, estudió periodismo y es profesor de lengua y literatura en un centro andaluz de secundaria. En su haber tiene una obra de teatro (Carne de cerdo, 2001), dos libros de relatos (Rosas, restos de alas, 2008 —reeditado y ampliado en 2011—, Ensimismada correspondencia, 2011) y tres novelas (Nada es crucial, 2010, Democracia, 2012 y Los libros repentinos, 2015). Con Ensimismada correspondencia fue finalista del II Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero. En 2008 y 2010 recibió los premios Tormenta y Ojo Crítico, respectivamente. Fue uno de los veintidós jóvenes escritores en lengua española destacados en 2010 por la revista Granta.
Un currículo sólido, logrado desde los márgenes al golpe de maza y voluntad de los héroes sigilosos. No cuenten con encontrar a Gutiérrez girando en círculos literarios. No cuenten con verlo de exposición en las redes sociales. Fracasarán. Advertirán que presenta sus libros y concede entrevistas de forma comedida. Si buscan bien, puede que descubran su afición al surf, o que se topen con su blog el adjetivo mata. Poco más. Dada la tiranía del mercado que nos lleva, hay que ser muy bravo y muy humilde para arriesgarse a tanto: a ser invisible cuando se escribe con una granada en la mano. Para ello hay que ser, como Reme, un revolucionario.
REME
«Una caja de libros repentinos llegó por azar para contarle cuanto no sabía: que la mitad de su vida le fue usurpada».
Ignoro cómo se escogen las lecturas y no logro recordar qué me llevó a comprar el primer libro de este autor. El azar y las afinidades electivas, supongo, como siempre. A Reme le sucedió algo parecido: viuda y sola, a sus setenta años, en su nanocasa de barrio de casas baratas, irrumpe por error una caja de libros, los «condenados clásicos contemporáneos de la literatura española». En un gesto que marcará el devenir de su vida y la del barrio, abre la caja y comienza a devorar su contenido. Reme lee hasta que agota cada libro, hasta absorber cada obra y cada personaje de cada obra, concentrada durante semanas, evitando en lo posible el contacto humano.
Ella es la protagonista de Los libros repentinos, y su transformación interior —honda, real, abrupta— es la que dirige y llena esta obra. Empezar a leer a los setenta es un anacronismo, como sus torrentes vaginales lo habían sido en la España triste de su juventud. La sublevación mental no puede ir separada de la física, y la insurrección social se derivará de ellas. Reme compensa con libros su falta de estudios y letras. Con la masturbación y el «milagro de sus inundaciones», los muchos orgasmos que no experimentó. Detrás de cada mujer mayor, hubo una educación sexual (y quizá es decir demasiado: educación) represiva. Reme quiebra el mito de la vagina vieja y seca. Sus fluidos indican que sigue viva. Pero Reme quiebra también el tópico de la docilidad/inmovilidad de la incultura y del determinismo social.
LOS LIBROS
«Si esa vieja comelibros fuera un poco más dócil, la revolución marcharía sobre raíles como un tren militar, imparable».
Los libros repentinos se abre y cierra con Baroja y se estructura en cuatro bloques: La sensualidad pervertida, La rebelión de las masas, Historia de una escalera y Aurora Roja. Salpicado de citas procedentes de esa literatura consumida por la protagonista (social, como toda literatura), el mensaje es claro: a la resistencia heroica, libre de miedo, se tarda en llegar. Pero nada cambiará los (des)órdenes establecidos sin la transformación cierta de uno mismo. Esa transformación llega a través de los libros y el poder liberador de las ideas, del motín de la cultura y el saber. Literatura y vida componen una mixtura inquebrantable.
Las obras de Gutiérrez invitan a ser leídas en plena calle, sentados frente a un velador desde el que ver deslizarse pasado y presente, lo dulce y lo amargo, lo bello y lo grotesco, lo literario y lo real. La realidad es drama pero el drama en España es comedia. Y el esperpento una forma de representarla más.
Con una prosa impoluta (aunque a él le inquieten las erratas: sabor acre), Gutiérrez hace gala de un conmovedor perfeccionismo. Los libros repentinos, como lo fue Democracia, es una novela robusta, culta, trepidante, carente de toda arrogancia y presunción. Demuestra una admirable manera de absorber y encararse con el complejo mundo en que vivimos para producir una literatura perdurable, musculosa, sonora y segura, subrayada por el arrojo del buen hacer.
NOTA FINAL
La creación literaria, como todo arte, admite formas y estilos infinitos que el tiempo y sus criterios se encargan de iluminar o inhumar. Lanzo aquí mi juicio y mi apuesta: el revulsivo está dentro, lo escrito por Pablo Gutiérrez no perderá peso, es otro de los Pablos de Cortez. No me crean, no obstante, hasta no leerlo: adeptos sin religiones, religiones sin adeptos.