En un cajón que hacía mucho tiempo que nadie abría he encontrado la acreditación de prensa de la toma de posesión de José Montilla como presidente de la Generalitat, el 28 de noviembre de 2006. Apenas recuerdo aquel acto en Palau, ni una sola de las palabras que pronunció el líder socialista. Vendrían tantas después… Suyas y de otros muchos dirigentes políticos a los que he tenido que escuchar desde entonces. Pero sí tengo aún presente la mueca de reprobación de alguna periodista por el fuerte olor a tabaco y alcohol que yo desprendía aquella mañana. De madrugada había conocido en un garito del Born, una suerte de afterhour llamado Papillón en el que a partir de las 3 horas se juntaban todo tipo de macarras, modernillos, pijos y turistas, a Francisco Casavella, cuyo libro “Un enano español se suicida en Las Vegas” hacía apenas unos días acababa de devorar.
Impresionado y tímido, al principio me limité a saludarlo cortésmente, pero a medida que la noche avanzaba el grupo de amigos que teníamos en común se fue esfumando y nos quedamos solos, acodados en la barra. Con Casavella, melancólica mirada de niño herido, platicamos sobre literatura, música, alcohol y cine. Me presentó también una serie de variopintos personajes, moradores habituales de la noche canalla de Barcelona a los que conocía por sus motes y que aparecían y desaparecían del local, custodiado por un grupo de negros cachas.
Todo pasó muy rápido y a las 9h salí del tugurio camino del Palau de la Generalitat. Antes nos intercambiamos los teléfonos y la promesa de quedar un día para comer. Nunca le llamé. Por miedo, por pudor y por el convencimiento de que yo era una más de esas aves nocturnas con las que tenía que lidiar. El tampoco lo hizo. Un encuentro que recordé cuando dos años después moría de un paro cardíaco, como vuelvo a rememorar ahora después de encontrar en un cajón sin abrir desde hacía mucho tiempo la acreditación para la investidura de Montilla.
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