Dog Soldiers

Un paquete de heroína, un hombre y una mujer que escapan con la droga, y un grupo de delincuentes que quiere recuperar el paquete. Ya disponemos de una mezcla tan explosiva que a poco que escribas bien, tienes una novela. Y es el caso. El libro de Robert Stone es una joya de la novela contracultural americana de los años setenta, un canto del cisne de un sueño hippie/beatnik que quedó aplastado por los ataúdes que se remitían desde Vietnam, y salpicado por la sangre que salía despedida de cada golpe en contra de los derechos civiles. La droga también venía de Saigón, como el resto de pesadillas de la nación americana, y el resto de magníficos personajes secundarios que pueblan la novela se encargan de mantener encendidas las calderas del infierno. Entre el follaje del árbol genealógico del libro se encuentra -cómo no- “El corazón de las tinieblas” de Conrad, con sus naves negras disparando continuos e inútiles cañonazos contra la selva esmeralda, y entre sus frutos hay obras tan grandiosas como “Árbol de Humo” de Dennis Johnson, “El poder del perro” de Don Winslow o “En el lago de los bosques” de Tim O´Brien. Ken Kesey definió una vez a Robert Stone como “un paranoico profesional capaz de detectar fuerzas siniestras hasta en una galletita Oreo”, y su novela es el latido de algo que puede saltar por los aires en cualquier momento, aliñado por una espiritualidad que se escapa como el oxígeno en una nave espacial cuya escotilla hubiese sido abierta con violencia. Enjundiosos diálogos -“Eres el hombre con más miedo que he conocido, no sé cómo te las has arreglado para sobrevivir-, desorientación existencial -“Entre su propio vacío y la vida, no quedaba mucho espacio para vivir“-, road movie desaforada, la inocencia malbaratada de todo un país, la heroína que se corona a sí misma como sustituto fatídico del sueño new age… En la tierra de los fuertes y los valientes, en medio de las visiones excepcionalistas de la “Ciudad sobre la colina” de Winthrop, todo termina con una persecución por un desierto tanto físico como ideológico -la última escena de "True Detective 2" bien pudo haberse inspirado en los Soldados Perro- que describe la desmoralización de un pueblo con la misma contundencia con que Martin Sheen “Willard” lo hacía en las primeras escenas de Apocalypse Now. 

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