La Paz, Bolivia, 2014, -10º y el Illimani descubriendo sus aleros de glaciar insomne a lo lejos, sin darse importancia pero soplando ventiscas de ingratitud y desvelo... La Paz, Bolivia, y unos funcionarios de Migración que amenazan secuestrar a mi hijo de apenas 10 meses de edad. Regresábamos, ateridos, heridos y desconcertados, al pequeño hotel en que un amable ciudadano de origen francés tuvo a bien regalarnos hospedaje. El alojamiento: cómodo, lindo, pleno de vituallas, al día: wifi con funcionamiento más veloz de lo que dicta la media boliviana, y la voz de uno que creía amigo me llegaba a través de las redes sociales incitándome a escribir unos textos, cosas, elogios, a aquellos escritores que, como yo pero con más pericia, ensuciaban las páginas de la historia literaria de este yermo país al que me vi regresado. Los perros habían replicado en aullido la voz de su amo, aquella misma mañana, en las oficinas de Migración, amenazándome con secuestrar a mi hijo, así de claro: tu bebé puede ser "requisado". ¿Dormir? Lo hubiese intentado. ¿Descansar? Sólo cuando pudiese verme fuera de Bolivia... y la partida se antojaba difícil. En eso, aquel amigo, aquel que se decía tal, me incitaba a escribir para glosar la epopeya de los autores malditos de España, mi país de nacimiento, tan lejano y tan añorado en ese instante, reclamarles en letras la cuota de gloria que les robaban los medios y mercados, que existiría un reportaje que les sacaría del anonimato... y a él, de paso...
Abandoné Bolivia, al fin. En otro momento relataré los despieces emocionales a que, para ello, me sometieron, y los despieces de mi burda mochila, de los pañales de mi hijo, que cagó y meó sobre mis manos por no haber nada más apropiado cerca... nada grave, venía de orfandades de paternidad y alimento que no me dejaban considerar grave el que mi hijo hubiese de cagar sobre mi regazo... al fin, hasta eso es lindo, quizás deba agradecérselo al supuesto amigo que me incitó a escribir a la sombra de un infiernillo que no lograba calentar, ni siquiera iluminar, la noche de temperatura y abandono de La Paz, Boliva, 2014, -10º, y el Illimani fulgente a la luz de la nada...
Esto escribí, pensando en tantos que garrapateaban letras, como yo, pensando que el futuro nos reconocería el esfuerzo... vacuo esfuerzo...
los nombres, disculpénme si olvido alguno, eran claros, bailaban en mi mente: Vicente Muñoz Álvarez, David González, Alfonso Xen Rabanal, Pepe Pereza, Javier Vayá, José G. Cordonié, Gsus Bonilla, Salva Rubio, Maica Bermejo, Felipe Zapico, Carlos Salcedo Odklas, José Ángel Barrueco, Ana Pérez Cañamares, Isabel García Mellado y muchos más que, no es que se me olviden, es que ya he bebido demasiado... sepan perdonarme quienes saben que son y están... sigan escribiendo, y discúlpenme... yo nunca quise llamarlos "underground", fue imposición de quien me reclamaba el texto...
y, lo lamento, pero realmente sólo me importa que Munay cumplió ya dos años, y de La Paz sólo recuerda el soroche que me atizó a mí, y del que pudo reír a gusto al verme derrumbado sobre el piso de la habitación de aquel hostal que nunca olvidaré
EL TIEMPO DE LAS RATAS
(LA LITERATURA UNDERGROUND EN ESPAÑA)
Habría que escribir como si uno fuera la primera persona de la tierra y describiera humilde y sinceramente lo que ha visto, experimentado, amado y perdido. El Arte es bueno cuando nace de la necesidad. Tal origen es la garantía de su valor.
Neal Cassady
Algunas culturas orientales, consideran a la rata animal creativo, generoso y honesto. Eso ocurre, como digo, en Oriente. Por contra, en España y Occidente todo, la opinión sobre estos roedores es bien distinta: peligrosos, traicioneros y avariciosos son sólo algunos de los adjetivos que les otorgan. Las fuerzas del orden establecido, mediado el siglo XX, ante la avalancha de artistas radicalmente libres y opuestos a la cultura oficial que amenazaba con sacudir los cimientos del sistema capitalista occidental, debieron pensar que las ratas habían regresado para propagar una plaga aún más peligrosa que la de la peste bubónica: la libertad de pensamiento y expresión. Aquella epidemia se extendió a toda manifestación artística, pero fue especialmente intensa en lo literario, con la llegada de los beats, aquellos salvajes. Ya saben: Kerouac ametrallando sílabas al son efervescente de un saxo, Ginsberg desordenando en versos la falacia de la esclavitud moderna, Burroughs sodomizando frases para recomponerlas en el grito postrero del orgasmo… Pero, antes de ellos, ya estuvieron Kenneth Rexroth despilfarrando su insobornable y vital anarquismo en versos de vida y espuma, o Henry Miller devorando la podredumbre de la vida urbana para vomitarla en ritmo sincopado y prosa deslenguada. Todos ellos corrieron libres y salvajes, en su día, por las cañerías de la misma literatura oficial que hoy, con sus maquiavélicos procedimientos mercantiles, ha logrado convertirles en autores mainstream. Pareciera que las ratas han sucumbido al poderío del orden establecido y residen hoy, tan sólo, en los laboratorios. Porque les recuerdo que en Occidente se odia a la rata, pero se la utiliza para hallar en su organismo curas milagrosas para las enfermedades humanas.
Por los subterráneos de la cultura oficial española pulula un nutrido grupo de literatos que, como las ratas orientales, andan bien dotados de extraordinaria creatividad, insobornable honestidad y elogiable generosidad. Vilipendiados y ninguneados desde las tribunas académicas, como antaño lo fueron los beats norteamericanos, se ven forzados, como aquellos, a desempeñar trabajos que puedan alimentarles para poder ellos seguir alimentando, con gloriosos párrafos, la Historia de la Literatura actual. Viven en las alcantarillas. Allí hacen manada, ayudándose unos a otros, luchando por sus ideales, y rescatando de entre la inmundicia ciudadana esa perla de sensibilidad que logre conmover a los lectores. Su obra no se pliega a modas ni correcciones políticas, no precisa de esponsorizaciones oficiales, y no cuenta su éxito en cifras monetarias sino en sensaciones experimentadas y genialmente transmitidas.
Hoy, en España, el underground está más vivo que nunca, y toda una generación de escritores amantes de la palabra y su expresión libre y sincera, repta reventando de poesía los márgenes de las cañerías. No venden muchos libros, no viven de la Literatura. Pero viven para ella, y ya son analizados en los laboratorios del gran comercio, por ver si en su dermis de vocablo y verso encuentran la solución a los males de que adolecen las letras oficiales. Sus obras comienzan a ser valoradas por un mayor número de lectores que han decidido desoír los cantos de sirena de los mercados para seguir surcando las mareas de la calidad y el riesgo literarios. Su insobornable y valiosa creatividad comienza a ser un secreto a voces que se propaga cual virus glorioso por las venas de tipografía y píxel de publicaciones alternativas y redes sociales. Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que la Literatura está viviendo ya el tiempo de las ratas.
Pablo Cerezal, del blog Vislumbres de El Dorado.