Comprendo. Ése es tu secreto. Tuyo y de ella. Vuestro. Los sonidos del silencio dispersos en la tarde que clama a gritos por un poco de verdad. Aquéllas charlas sobre música, a modo de excusa quizás, por no sacar afuera el furor de la lengua y querer lamer y lamer y lamer los senos radiantes y a punto de estallar del escote de bambula y bordados de espejitos y piedritas y dibujos multicolores.
Comprendo. Ése es tu secreto. Tuyo y de ella. Vuestro. Ésas palabras propensas a la nada que en el vacío, lo son todo. Ésas ganas locas - que tiene - de estirar las manos a través del vidrio y desabrocharte el pantalón para tocar y tocar y tocar un miembro duro y erectil al borde del colapso.
Comprendo. Ése es tu secreto. Tuyo y de ella. Vuestro. Tiempos de desnudos imaginarios: de fotografias de encaje o camisas de franela. De frases sueltas y sonrisas fáciles de emoticones.
Ustedes no comprenden, sin embargo. Del otro lado, hay quién guarda también un secreto. Su secreto. El más grande de todos y no incluye más que un deseo fervoroso de cerrar los ojos y dejar que el cielo aplaste.
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