Mi banco me envía una carta diciéndome que el plan de mi cuenta de ahorro a partir de una fecha deja de tener validez y con él las ventajas asociadas al mismo, por lo que entonces me cobrarán las comisiones incluidas en sus contratos. A continuación prosigue la música del desconcierto y me ofrece para no cobrarme dichas comisiones pasarme a una cuenta que tiene nombre de antiguo concurso de televisión, solo falta Ruperta y los tacañones, porque además promete una lluvia de premios y descuentos: bonificaciones en todos los recibos, posibilidades de obtener acciones, etc… y es imposible no acordarse asimismo del Seat Supermirafiori y del apartamento en la manga del mar menor. Para conseguir este chollo solo tengo que llamar por teléfono. Lo que no te cuentan es que todos los meses te van a cobrar una cantidad de euros por el mantenimiento de la cuenta, suma que a fin de año supera con creces todos los maravilloso presentes que te ofrecen. Y entonces yo me pregunto si esto no se parece sospechosamente y salvando las distancias, a la publicidad engañosa con la que se colocaron miles de productos radioactivos y que dejaron desmantelada la economía mundial. Me da que los “brotes verdes” que auguran algunos optimistas ha desatado de nuevo la avaricia de quien sea que se pase el día exprimiéndose la cabeza para encontrar nuevas maneras de “tirar del teto” de la extenuada clase media -lo que quede de ella-. Citando al clásico, lo evidente es que una piedra en el camino me dice que mi destino es pagar y pagar. Cojo el teléfono y marco el número indicado y le cuento mis cuitas a la asesora que me atiende, y le confirmo matemáticamente que es imposible que salga ganando con ese chollo que me ofrece. Inicialmente la chica se resiste a darme la razón y asegura que el sol puede salir dos veces el mismo día, hasta que la contundencia de los números le hace rendirse. Aún así todavía sigue alabando las bondades de ese pequeño cepo bancario. Por último solo negociando cara a cara en mi oficina consigo una cuenta sin onerosos cargos. Yo tuve paciencia y tiempo para pelearme, pero ahí fuera hay miles y miles de personas sin tiempo ni fuerzas, lo que se traduce en un verdadero chaparrón de oro para los bancos. Y poco más tengo que decir.