de entre todas mis quimeras y ensoñaciones de adolescente, muy en especial, una en concreto: la de los faros... por qué no he escrito hasta ahora de ello, no lo sé, eso me pregunto, pero es la verdad... la imagen pudiera ser: un faro en medio de la tormenta y yo el farero, controlando la tierra lejana y el mar y cómo las olas se estrellan estrepitosamente contra los cristales de las ventanas, o muy al contrario, viendo amanecer mágica y calmadamente, el sol ascendiendo sinuosamente de la línea del horizonte, sus tonos sepias y melancólicos, o también cómo estará decorado ese faro, la planta baja como cocina y comedor, aperos de bronce y fogones crepitantes y jarras de cerveza colgadas aquí y allá, la siguiente de biblioteca, miles de libros en estanterías circulares y muy borgianas, la siguiente de habitáculo para dormir, gótica y adamascada, y la última, mi atalaya, para observar ensimismado el crepúsculo y escribir desde ella baladas siniestras y advertir a los barcos de los peligros de los acantilados y de las sirenas y los arrecifes y el mar... y sólo una vez a la semana, como mucho, una lancha de aprovisionamiento, y el resto del tiempo, desde esa atalaya, ver las nubes pasar... verlas pasar...
Vicente Muñoz Álvarez