La libreta como objeto a mano si preciso una alternativa a la computadora. En sus páginas pongo a veces anotaciones y otras veces algo no muy diferente, pero que para mí obedecen a otro rango porque corresponden a la historia o el ensayo que estoy escribiendo. Anoto también cuestiones más puntuales: lugares, datos, instrucciones, cosas que no alcanzo a escribir en otro papel, ideas para tener presentes.
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El hecho de escribir, el dibujo de la letra, la ceremonia silenciosa, todo me sometía a unos protocolos que no me pertenecían pero que silenciosamente me brindaban una hospitalidad que el mundo cercano me escatimaba. Y de allí procede también el otro elemento, la escritura como algo que debía ser actuado. Actuado para que alcanzara un grado natural de verdad, y para que cada una de las poses, inclinaciones, actitudes, etc., vinculadas con la escritura, fuera un salvoconducto más eficaz no para que yo cambiara, sino para que una naturaleza adicional vinculada con la escritura o con lo literario en general viniera a rescatarme de la angustia y el desamparo.
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Las formas materiales de escribir son diversas, pueden implicar varios tipos de artefactos y sin embargo la paradoja, al menos por ahora, es que los resultados, al contrario, están muy poco alejados. La organización textual sigue siendo básicamente la misma que en el pasado: la palabra, la línea, el párrafo, la página. Sólo las experiencias cercanas o lejanamente derivadas del hipertexto logran desestabilizar esa sucesión ecuánime expresada por el renglón y la concatenación textual. Pero se trata de una desestabilización acotada, en la medida en que, cuando abandona la esfera digital, esa masa escrita debe volver al cerco de la jerarquía de la página y del soporte gráfico editorial.
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[…] la escritura digital es todo lo que la escritura física no es. Ambas escrituras tienen diferente disposición. La escritura física se despliega alerta, está a merced de lo que ocurra a su alrededor y, de hecho, no puede dejar de lado los pasos efectuados; mientras que la escritura digital denota una impasible indiferencia frente a los avatares ciertos y a lo que ha dejado atrás, o sea, de este lado de la pantalla.
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Lo concreto es que marcas y anotaciones aluden a más de una gramática de lectura. ¿Por qué en algunos casos las marcas, y por ende toda inscripción manuscrita, prolongan la presencia o el aliento de quien las dibujó, aun cuando no sepamos de quién se trata y qué nos ha querido decir, y en otros casos ello no sucede? Creo que influye el vínculo de redundancia que el mismo texto establezca con las marcas.
[Jekyll & Jill Editores]