Aplaudida por muchos y denostada a la par por otros tantos, Blow-Up (1966), de Michelangelo Antonioni, es un rompecabezas de piezas que aparentemente no encajan y situaciones absurdas (aunque deslumbrantes desde el punto de vista estético) que conforman una trama retorcida donde nada es lo que parece y todo cobra aires de alucinación lisérgica hasta desembocar en un ambiguo y desconcertante final.
Esa es, en esencia, la baza fundamental del film: un juego especular de pistas e hipótesis vagas que el espectador debe interpretar en función de lo que vea (o crea ver) y deduzca a medida avanza el metraje.
Basada en un relato de Julio Cortázar, Blow-Up (traducida al español como Deseo de una mañana de verano) es puro cine de autor, con todos los pros y contras que ello implica (más aún tratándose de Antonioni), y una película emblemática para los amantes de los años sesenta: vestuario, ambientación, decoración, escenarios urbanos y banda sonora (impagable el salvaje directo de los Yardbirds), la convierten en un fetiche indiscutible de la era pop.
Vicente Muñoz Álvarez, de Cult Movies: Películas para llevarse al infierno (Eutelequia, 2011. LCLlibros.com, 2013).
Blow-Up (directo de los Yardbirs) en You Tube: