ha sido una semana muy extraña de ruta, esta, por mi forma de ser y ver son siempre extrañas, pero esta, qué duda cabe, se lleva la palma al respecto... tocante a niebla, nunca vi nada igual... como entrar en un agujero negro, la ruta de Zamora (y adoro normalmente esta ciudad, por lo auténtico, lo ensebre, lo singular), la niebla lo ha envuelto todo... desde que salí de León hasta que he regresado al hogar, una espesísima niebla que lo ha envuelto todo dentro y fuera de mí, como un funesto manto oscuro, como descender al inframundo, como el corazón puro de las tinieblas, estos más de 600 kilómetros de ruta en la niebla, de León a Zamora y de Zamora a Arcenillas y vuelta a Zamora y de allí a Toro y luego a Alcañices y después a Moveros y de allí a Bermillo y al fin de vuelta al hogar, todo sumido en la niebla... pero una niebla ominosa y terrorífica como nunca antes vi... una niebla en el alma y en las costillas, una niebla que enturbiaba los ojos y llegaba directa al corazón, todo tenebroso y dormido, todo en traspaso, todo en crisis, todo lúgubre y solitario, todo como de pesadilla... conduciendo a cincuenta o sesenta kilómetros por hora en la niebla, más de 600 kilómetros, suma las horas... y amigos que entretanto se han muerto y ventas de risa (de calavera) y paisajes mortuorios, todo como un ataúd en la niebla, la furgo congelada por fuera, los campos escarchados, las tiendas vacías, la decadencia, el fin de raza, como si algo se lo estuviera comiendo todo, la desolación... han sido unos días muy extraños estos, como levantar la tapa de la tierra y descender al inframundo, a las tinieblas, una temporada en el infierno, pero al fin he aterrizado en mi nido y ha sucedido algo simbólico y muy hermoso justo al llegar... tres días intensos y extranísimos, como de la Hammer, como de otra galaxia, y justo al llegar, como a 10 kilómetros de mi hogar, de repente la luz... como salir expulsado a propulsión de esa trampa, de ese inframundo y oscuridad, la noche clara y las estrellas... y he mirado por el retrovisor y atrás he visto una nube de gas, un agujero negro inmenso, la pura oscuridad, y yo saliendo no sé cómo de ella, llegando de nuevo a mi gente y a mi ciudad, el cielo estrellado, la nitidez de la noche, todo sereno y tranquilo, y como un torbellino a la vez la energía y la fuerza, hay que arrancar con esto y lo otro, quiero ir aquí y allá, tengo que quedar con este y aquel, todo va bien, soy yo de nuevo, todo va bien... pero atrás otra realidad aparte, oscura y siniestra, un mundo hostil, peces abisales, hombres del saco, cosas extrañas, muy extrañas, amenazando en la niebla...
Vicente Muñoz Álvarez