Acaba de salir el segundo volumen de memorias de Neil Young y también lo comentaré aquí en unos días. Me interesa Neil Young como personaje y por supuesto como músico. Hace mucho tiempo estuve obsesionado con algunos de sus discos (en concreto: Harvest, Harvest Moon, Unplugged y el directo Weld; y, años después, con su BSO para la película Dead Man). Ahora su música me interesa menos o no la escucho tanto, pero insisto en que el personaje es glorioso, como lo suele ser todo músico norteamericano entrado en la madurez y con una biografía plena de locuras a las espaldas.
Neil Young cuenta lo que le da la gana y nosotros nos lo pasamos en grande porque sabemos que él no es escritor, y que literariamente puede que no sea la hostia, pero lo que nos cuenta nos interesa a unos cuantos. Las memorias de los viejos rockeros siempre son una mina de anécdotas. Suele haber fotografías, suele haber revelaciones, suele haber recuento de famosos con los que andaban a la greña o hacían buenas migas. Entre líneas nos viene a decir que, aunque uno sea famoso y tenga dinero, la vida del músico también lleva aparejadas ciertas servidumbres: la soledad de la carretera, los días alejado de la familia, los hijos con discapacidades… Un extracto:
En la carretera puede pasarte de todo. Si enfermas, tocas igualmente pero el público piensa que no has estado a la altura. Si se han vendido pocas entradas, al público le cuesta conectar. Si tus trabajadores no son buenos, el sonido es una mierda. Si tu equipo no es el mejor, el bolo no sonará tan bien como el anterior o el siguiente. Si olvidas algo, sale en YouTube. Si lo recuerdas todo, sale en YouTube. Si tocas algo nuevo que no has madurado del todo o algo viejo pero la cagas, sale en YouTube. Si te salen mocos por la nariz mientras tocas la armónica y se deslizan por el soporte de la misma hasta caer en la camiseta, sale en YouTube. Si dices una tontería…
[Malpaso Ediciones. Traducción de Abel Debritto]