Mi madre está enfadada con el universo entero. Mi padre ha muerto sin dejarle más que una humilde pensión. Mi padre, comunista, estaba en contra de los seguros de vida y de la propiedad privada. Contra los bancos y el ahorro. Murió convencido de que sus amigos se ocuparían de su mujer y de sus hijos, que el director del laboratorio socorrería a su familia. Pero éste no tardó en suicidarse estrellando su Rolls contra la pared del túnel de AZCA en Madrid.
Mi familia pasa quince días en Villalba, pueblo de siniestras urbanizaciones al pie de la sierra. Nos han prestado un apartamento con una diminuta piscina comunitaria. Vemos la miseria acercándose como si fuera el invierno. Y un nuevo curso comienza. La vida continúa. Voy a buscar a mi madre al mercado. La busco por la primera planta, pero acabo encontrándola en la de abajo, donde van las viejas y los menesterosos, donde el pescado parece deprimido y las arrugadas berenjenas tiritan de pena.
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¿Qué le ha pasado al barrio de la Moncloa? ¿Dónde están las campanas, los relojes, los árboles que cantaba Pablo Neruda? ¿Dónde están los perros y los chiquillos? Estoy agotado por tanta tragedia, tantas degradaciones, cansado de tantos trayectos al hospital, a Moncloa, a la Seguridad Social para el papeleo, por tanto ir y venir de París a Madrid, de Madrid a París. Estoy desmoralizado por la visión de un futuro fatal.
[Editorial Sexto Piso. Traducción de Luis Núñez Díaz]