Pero hermoso fue el primer libro de Geoff Dyer que publicaron en España (ésta es la reedición de Random House), hace ya algunos años. Sin embargo es el último que he leído. Antaño recomendé Amor en Venecia, muerte en Benarés, Yoga para los que pasan del yoga y Zona. Todos son estupendos, aunque tengo debilidad por éste último, esa Zona que habla de un libro y de una película y de las filias del autor. Y quiero leer más libros suyos; por lo que sé, en 2016 Random publicará otra de sus obras. Admiro de Dyer, además de su prosa, su habilidad para mezclar ficción y no ficción, sea en forma de novela, de crónicas y ensayos o de retratos imaginados sobre músicos de jazz. Esto último es lo que hace en Pero hermoso, donde parte de datos y anécdotas reales de varios artistas (Duke Ellington, Lester Young, Thelonius Monk…) para elaborar historias sobre sus vidas, en las que la falta de datos concretos a veces es suplida por la fabulación o por la imaginación.
Aunque prefiero Zona, puede que Pero hermoso sea, valga la redundancia, su libro más hermoso, donde nos transmite de manera ejemplar y mediante la prosa lo que significa la tristeza propia del jazz, esa melancolía que acompañaba a tantos músicos.
Hacia el final, en un párrafo, Dyer hace un breve recorrido por las muertes y las vidas trágicas de los músicos de jazz: discriminación racial, malos tratos, alcoholismo, adicción a la heroína, cárcel, pabellones psiquiátricos, suicidios… Incluso aunque no sepas mucho de este género musical, Dyer logra que vayas aprendiendo. Aquí va un fragmento sobre Chet Baker, uno de mis personajes favoritos:
Era un hombre que daba siempre la impresión de estar yéndose. Quedabas con él y aparecía tres o cuatro horas tarde, o no se presentaba, o desaparecía durante días, semanas incluso, y no dejaba un teléfono ni una explicación. Y lo sorprendente era lo fácil, lo adictivo que resultaba amar a un hombre así, cómo sentías un abandono similar a la compañía: hasta tal punto Chet te acercaba a la soledad con la que todo el mundo carga, la soledad que atisbas en las caras implorantes de los desconocidos en un vagón de metro medio vacío. Incluso después de hacer el amor y de que él saliera de su interior, incluso entonces, minutos después de correrse, ella sentía que lo estaba perdiendo.
[Random House. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz]