como quien pone sus labios
secos y agrietados
en la estampa de un santo
o en el mármol frío
de la peana del mismísimo Dios, así es su fe
como la de un empresario gordo
en un político afín
como la de éste
en un banquero podrido de dinero
como la de todos ellos
en un hombre corpulento y uniformado
armado sin alma
adiestrado, ciego y sumiso.
Confía en mí
nada más porque soy su padre
y eso es mucho y nada
y más grande que yo, para ella,
no hay nada ni nadie
y todo lo demás que no sea yo
está por debajo
de sus noventa centímetros de altura
y confía en mí, sobretodo
porque tengo las manos suaves y los pies
calientes.
Confía en mí, aunque todavía no sepa
que el miedo que tengo
es a que se le escape el globo
y yo no lo pueda alcanzar.
Gsús Bonilla