Lo que siento
se asemeja tal vez a lo que siente
un ciego ante el calor, tan leve y repentino,
de una luz encendida muy cerca de su boca.
Una brutal pregunta que estremece,
una suave ternura
que se parece tanto a la tristeza
cuando miramos, ciegos, a la cara
todas aquellas cosas
que nos están veladas para siempre.
Y, a cambio, la intuición. La luz nos besa
el temblor de los labios que se cierran.