Cuando encontraron el cadáver, era evidente que se trataba de un crimen. Párpados arrancados, manos atadas, boca desgarrada, piernas asaetadas por cientos de clavos. Torturado en vida. No les quedaba más remedio que llamar a John, el mejor detective de la historia. Sus poderes, que rozaban lo paranormal, eran de una gran ayuda para la policía.
Poco después se presentaba aquel hombre, delgado, menudo y empezaba a recorrer la escena con minuciosidad. Sonrió, les miró y dijo:
-Caso resuelto.
Alguien preguntó sorprendido.
-¿Ya? ¡Qué rapidez!
John sonrió.
-Es mi último caso. Yo lo hice.