BESOS
Una mujer de unos treinta años, esbelta y delgada, con los huesos de las caderas demasiado marcados en el vestido que la ceñía, abrió los brazos al fondo de la sala mientras se encaminaba hacia nosotros mostrando la más espléndida de sus sonrisas. La media melena, sujeta con estudiado desenfado, parecía estar a punto de soltarse, y el sonido de los tacones, firme y rítmico, auguraba un saludo efusivo. Tenía un francés perfecto, algo impostado pero resultón. Dos besos y un intercambio de perfumes se confundieron frente a mí antes de pasar al estudio donde me iban a entrevistar...