TIRARSE A LOS LABIOS
Ninguno podría asegurar quién de los dos fue el primero en tirarse a los labios del otro. Tal vez fue un gesto hecho al unísono, con un acercamiento repentino y recíproco propio de una atracción casi magnética, la de los polos opuestos cuyo destino ineludible es el de unirse si se acercan lo suficiente. La naturaleza, sabia unas veces pero obcecadamente estúpida otras, tiene estas cosas...