Es apenas una cajita de música dentro de mi cabeza.
Digo apenas, por la idea que se presenta al nombrar la palabra cajita,
pero encierra el concepto de belleza que se genera al imaginar ésa cajita de música.
La cajita con su bailarina de puntas, su tutu, su rodete. La melodía.
El terciopelo carmín que recubre su interior.
Mis labios lucen ése carmín.
Tal vez no sea más que un sueño roto apretado en mi boca, pero sueño al fin.
Sueño de una noche de verano, dice Shakespeare.
Prefiero el invierno, siempre contraria.
El blanco de la nieve, aunque allí no nieva.
Los abedules del bosque,
las casas y sus chimeneas escupiendo humos azules.
Cuánta magia escondida.
Cuánta metáfora para describir un manojo de sentimientos
que florecen con sólo cerrar los párpados.
¿Para qué sino la poesía?
¿Para qué sino las palabras?
Para morir rejuveneciendo bajo la firme promesa
de regalar el cuerpo
a ése cielo violeta que abraza.
Siempre abraza
a pesar de su océano y del tiempo.
Bowie y Major Tom:
los acordes fantasiosos de la realidad más real e infinita
de toda la vida misma.
Mi vida.
de toda la vida misma.
Mi vida.
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