Esta insólita, sombría y poderosa novela, de una autora israelí a la que en España no conocíamos, recuerda un poco al universo inexplicable de David Lynch y mucho al mundo de la carne desgarrada de David Cronenberg. La narradora es la doctora Dolly, que vive en Dolly City, una ciudad de ciencia-ficción, y que tiene una obsesión consistente en cortar y sanar, operar y abrir cuerpos, ya sean de animales o de personas. En lo que no parece reparar es en que esas operaciones de cirugía hacen más daño que bien, causan más perjuicio que reparación. Al principio de la novela encuentra a un bebé al que iban a matar y se lo queda. Lo convierte en su hijo. Como ella tiene "la enfermedad de las posibilidades infinitas", cree que el hijo podría contraer enfermedades, que podría tener cáncer, y cree que todo el exterior tiene cáncer (no sólo las personas, también los coches, las calles, los edificios…). Y por eso, una y otra vez, lo somete a cautiverio y a largas y difíciles operaciones, convirtiéndolo de paso en una especie de freak, de monstruo de Frankenstein, una criatura pequeña y cosida y llena de cicatrices por todas partes, una imagen que sería terrorífica en una película, y que también es terrorífica cuando se la imagina el lector.
Se ha citado a Kafka para etiquetar y encajar en algún lado esta obra de Orly Castel-Bloom. Los críticos siempre necesitan algo a lo que aferrarse. Pero el universo de esta autora es algo distinto, así como, aunque yo he citado a Lynch y a Cronenberg, ella tiene su propio mundo de ficción. En su entorno de ficción nunca hay respuestas, pasan cosas tan extrañas que el lector no sabe si ella las ha soñado o si ocurren de verdad: por ejemplo, todas las veces en que la narradora mata y continúa adelante sin problemas, o el día en que le pide a alguien que le pegue el niño a su espalda (espalda contra espalda), como si fuera una mochila de carne, para que pueda llevarlo por la calle sin separarse. A veces la internan en un manicomio porque su madre y su hermana saben que está como un cencerro. Esta novela encierra mucho poder de seducción, te atrapa y te horroriza al mismo tiempo. Unos extractos:
¿Cuánto tiempo puedes dejar que los ojos trabajen horas extras pasando de una imagen a otra hasta que ya no sabes lo que estás viendo?
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El miedo al cáncer es el más terrible de todos. Creo que es la enfermedad más sombría que el ángel de la muerte haya podido inventar. Esa enfermedad es una gran trampa, tanto para el médico como para el paciente, porque nunca se puede saber con absoluta certeza si ha empezado ya a florecer en las profundidades del cuerpo de una persona. Localizar el brote incipiente es tan difícil como atrapar un pájaro en pleno vuelo. Aunque lograras atraparlo, en el mejor de los casos te caerías de bruces y te romperías la mandíbula.
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Por las noches no podía dormir. En primer lugar, debido a los trenes y a la autopista, que me volvían loca. Con el transcurso de los años, la población de Dolly City había ido en aumento y la ciudad se había llenado de toda suerte de infraseres e infrahombres que pedían cada vez más vehículos, más y más carreteras y vías férreas. No hubo más remedio que construir esas carreteras y vías férreas unas encima de las otras, y ahora el horroroso estrépito de los trenes era más fuerte que nunca. El ruido estaba tan integrado en mi ser que a veces pensaba que era fruto de mi imaginación.
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Hasta entonces mi hijo no había traspasado el umbral de casa, no había más niños que los que salían en la televisión, aparato que él detestaba. Cuando muy de vez en cuando yo salía unas horas, lo dormía. Como responsable de su educación, no le había enseñado a hablar. ¿Para qué? ¿Para que dijera "mamá"?
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No conocía el reposo. Mi cerebro trabajaba con igual rapidez que un tren sin frenos. Mi vocación médica me destruía por completo. Me tomaba la profesión demasiado en serio.
[Turner Libros. Traducción de Eulàlia Sariola]