Ya nadie le toca las tetas, ni el sexo, a la América prostituida… La poca dignidad que le quedó, fue para levantarse de la pasividad, con una actitud vengadora. Se confiscaron las cadenas y se abrieron las cárceles, para que se pudieran escapar, los cadáveres. Los fusiles se cansaron de escribir las historias, que se comentaban a diario; casi en vivo y en directo, en las cantinas o en los bares…pero casi todos estos, también desaparecieron con el modernismo…ese despiadado buldózer, que arrasa con el romanticismo y lo hermoso de los recuerdos…
Desde esta orilla, contemplo al mar, a su belleza y a sus absurdos. Añoro los besos, que les expropié a mis amadas; y los sexos que les desangré, para sentirme más varón y en ningún momento, como una rata murte acobardada, por lo que significa, el comprometernos con escribir a partir de un ahora, una nueva historia, ya que reescribirla es imposible. Ya lo que se vivió, quedó escrito para siempre… Como la más horrible noche…
Ya le hemos cosido, casi todas las venas abiertas, a la tierra; sangre negra y espesa; roja carmín sangre de toro, era la que brotaba de las explosiones y de los machetazos, que desvelaban a las montañas; expropiamos a las raíces, que evitaban la deforestación y transformamos a los árboles, en absurdos cambuches, para confabular contra los sueños y las esperanzas. Tenemos que reconquistar a los escombros, para reedificar, sin la luz de las estrellas corrompidas. Hemos recuperado en gran parte: a la dignidad y a la tierra. La riqueza que nos robaron, regresará transformada, maquillada, embellecida con baños de luna, en prestamos agiotistas. El mar y el cielo, inspiraran los versos de nuestros cantos… Y los suspiros de nuestras pieles naturistas.