Vidas caninas: reflexiones en torno al perro en la narrativa contemporánea

Juan Manuel Aguilar Antonio.

vidas_Caninas

El perro nunca ha sido el animal predilecto de la literatura, y mucho menos, el de los escritores. Si tuviera que escogerse a aquel ser que ocupa ese puesto, inevitablemente, se señalaría al gato, debido al carácter de independencia y noctambulismo que representa. Sin embargo, los perros ostentan un sinfín de cualidades que la mayoría de las veces son inalcanzables para el hombre, como la lealtad, nobleza e incondicionalidad. Facultades que aprecia todo ser humano pero que en su actuar le son imposibles de mantener. Ante esta perspectiva, el perro se presenta como un ser resuelto, un animal sobre el cual no existen misterios y en el que no se materializa la incertidumbre, principal motor de la ficción, la cual ama el drama y las tramas intrincadas.

No obstante, a pesar de esta condición el perro ha tenido momentos cúspide en la obra de varios grandes escritores, tales como Virgina Woolf, Milan Kundera y Silvina Ocampo. En el que más que presentarse como un enigma, el perro se transforma en un noble compañero, que sin comprender las emociones y problemas de la sociedad, permanece junto a las personas que ama con cariño y lealtad hasta donde la brevedad de su vida lo permite.

En este sentido, el primer can del que hablaré será del cocker spaniel Flush. Mascota de la legendaria poeta Elizabeth Barret Browning, y a quien Woolf dedica una novela entera de su producción narrativa para crear una ficción en torno a su vida.

Frente esto, es importante destacar que los años que corresponden al momento histórico en el que se desarrolla esta novela son los del inicio de la revolución industrial en Inglaterra. Aquella época en que la sociedad inglesa vivió una intensa transformación estructural que cambio los medios de producción y desplazó a miles de personas del campo a la ciudad. Al mismo tiempo que volvió a las grandes urbes, como Londres, centros con una alta densidad poblacional y espacios caóticos que reflejaban una nueva era del desarrollo económico de Europa.

Es precisamente entre esas personas que terminan por instalarse en la capital que se encuentra Miss Browning, quien llevaba consigo al pequeño Flush, su fiel compañero y confidente.

De esta forma, es en ese Londres industrial que Flush entra en razón de los confusos protocolos, relaciones y aspectos que giran alrededor de la vida de los humanos, incluida su dueña, quien a menudo se ve contrariada por la tortuosa relación que mantenía con su padre, la exagerada solemnidad que trataba de ejercer la sociedad victoriana y por la gloria de una ciudad que crecía a ritmos tan acelerados que sólo eran comparables en el mismo nivel que crecían las asimetrías entre los grupos sociales de Inglaterra.

A menudo en ese contexto Flush se pregunta porque el origen social es tan relevante entre las personas, así como la riqueza que detentan o mantienen en sus bolsillos o la forma en la que saludan o beben su taza durante la hora del té. ¿Qué hay detrás de esos hechos y actos?, ¿acaso a través de ellos podemos encontrar los designios de la nobleza y la buena cultura?

Por otra parte, es más interesante la reflexión que crea Flush respecto a la necesidad de Miss Browning al momento de centrarse en su obra. Para la poeta ninguna emoción puede ser expresada sin las palabras. En contraposición, Flush llega a la conclusión de que tanto el amor, el color, la música, arquitectura, hasta la política, son olor. Aspectos y emociones que se pueden percibir por medio de su aroma, porque si de emociones se trata, y de sentir las cosas, para el pequeño cocker no hacen falta palabras que lo señalen o califiquen, sino solamente la posibilidad de sentirlas a través de su olfato.

Y es precisamente bajo esta consigna que la superioridad de Flush frente a los seres humanos es revelada, la cual reside en su capacidad de conocer el mundo a través de sus emociones, condición en la que no importa su incapacidad de poder expresarse por medio de las palabras. Ya que como menciona Woolf nadie jamás como el pequeño can conoció mejor Florencia, aún por encima de Ruskin o Georg Eliot. Además de que cuando veía taciturna a Miss Browning, afligida y contrariada por el papel social que debía ejercer, y que de alguna forma la definía, el pequeño cocker se preguntaba ¿qué tanto de eso es real? Y ¿Qué tanto de esas obligaciones en verdad representaba lo que era su dueña? Para el la solución era sencilla, acercarse a besar a su amiga, para recordarle que ese tipo de muestras de cariño al menos son reales.

Respecto a esto, y al hablar de lo complicado que puede tornarse nuestro mundo como hombres y mujeres que poseemos un lenguaje bien definido para comunicarnos, pero que somos muchas veces incapaces de expresar nuestras emociones. Podemos acercarnos al segundo can que desea abordar este texto, la cual es Karenin. La mascota de Teresa y Tomas, los protagonistas de la “Insoportable Levedad del Ser”, de Milan Kundera.

Porqué es precisamente el amor aquella emoción que más se ha abordado desde la literatura, al grado de convertirse en uno de los temas eternos de la ficción, junto con la muerte y el paso del tiempo.

Por lo que en su novela Kundera trata de abordar las dinámicas, protocolos, actos y fallas que existen al interior de una pareja de amantes. Es decir, todo lo que representa el conflicto y las debilidades típicas del amor entre dos personas, que son definidos por la desconfianza, el miedo a ser aquel que ama más y recibe menos, la aspiración a cambiar a nuestra pareja y el inevitable advenimiento de los celos, el tedio y la traición.

En relación a lo anterior, las personalidades de Teresa y Tomas son definidas por esta disyuntiva. Teresa representa todo lo bueno y noble del amor, mientras Tomas todo lo endeble. Ya que mientras ella lo ama con intensidad y desea su fidelidad, él a pesar de amarla a su manera, no puede ser leal a ese ideal.

Así, en el desarrollo de toda la novela Karenin es fiel testigo de todos los altibajos de su relación, y después del largo pasar de los años, la perrita envejece y contrae cáncer. Pronto empieza a dejar de caminar y aúlla llena de dolor por la enfermedad. Tomas y Teresa descubren que lo más humano es sacrificarla y terminar con su vida de una forma caritativa.

En las tramas perfectamente construidas por Kundera nunca hay coincidencias. Y Karenin desempeña un papel crucial en la historia. El día que ambos terminan con la vida de la perrita, poco antes del acto, Teresa descubre un pensamiento que en primera instancia puede parecer una blasfemia. El amor que existe entre ella y Karenin es mejor que el que tiene con Tomas. Y resalto, es mejor, no mayor.

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