“Oso”, de Marian Engel


Acunó en las manos los huevos grandes, peludos y asimétricos, jugó con ellos, los deslizó suavemente en el escroto mientas él la lamía. La polla no salió de su funda larga y cartilaginosa. Me da lo mismo, pensó, no pido nada. No tengo que complacer a nadie. Qué más da si no te excito, te quiero y basta (pág. 135).

Editorial: Impedimenta
Título original: Bear
Año de edición: 2015
País: Canadá
Escrito en: 1976
Páginas: 168
Género: erótica
Premios: Governor General's Literary
Award for Fiction (1976).
Una mujer, una isla, una casa y un oso. La trama: una mujer acude a una casa victoriana en una isla remota y se encuentra con un oso. Fin. Si alguien fuese con esa idea a su editor, probablemente subiría una ceja de incredulidad. Y es que hay libros con sinopsis simples pero con resultados magistrales. Es el caso de Oso. Delicada, sensitiva, fresca y relajante. 
     Un narrador en tercer persona nos habla de Lou, una joven bibliotecaria a la que le encargan realizar el inventario bibliográfico de una mansión victoriana situada en una isla de Canadá. En su soledad, pronto descubre que tiene compañía, la del oso. Ambos comienzan una relación donde las zarpas de la zoofilia rasgan el amor y el cariño. Pero no es una zoofilia que escandalice, más bien acoge con cariño a la protagonista a través de un sexo dotado de irracionalidad por parte del animal y de afecto por parte de Lou.
    El libro mece en un entorno natural que calma y sosiega, que aisla cualquier contacto con el exterior y a la vez atrapa hacia una calided sexual. ¿Zoofilia? Sí, el libro tuvo mucha controversia cuando salió al mercado en 1976, pero no tiene cabida el escándalo. Al contrario. Los dos actúan como amantes, cada uno en su posición de ser vivo. Es un sexo intuitivo con el solo propósito de Lou de sentirse querida y amada. Para la protagonista, todo adquiere sentido cuando está con él, inclusive más que cuando mantiene otras relaciones con hombres sin vello corporal y vacíos de aprecio. Con él (al que pronto nos sorprende con un pronombre personal digno, como su propio nombre indica, de una persona; es decir, personaliza al animal pero sin humanizarlo) se baña en la charca, come, defeca a su lado para que él pueda reconocer el olor de sus excrementos, e inclusive duermen juntos.
     Es tal el contacto con el oso que el lector se pregunta si realmente un plantígrado puede albergar tanta paciencia con una humana, ya que Lou llega hasta sus encías para inspeccionarlas. ¿Es acaso el oso un producto de su imaginación?, ¿o el sexo actúa como canalizador para cambiar a Lou? Eso solo podrá decirlo el lector.
     Oso es una novela explicitamente narcótica donde los sentidos se posan en un entorno silente. El bosque y la casa son dos entes cargados de calma y con altas dosis de sonoridad: 
Lou entró molesta por perturbar aquel silencio precioso y afelpado. Puso agua a hervir, arañando nerviosamente el cazo con el cucharón. Se vistió consciente del chasquido de sus ropas. Se calzó los zapatos y oyó el roce de los cordones al atárselos. El cuchillo de la mantequilla rascó la tostada. Removió el café con una tintineante cuchara. No todo el mundo, pensó, está hecho para convivir con el silencio. 

Y entre medias, el animal. La obscenidad se infiltra en cada página de los 22 capítulos para dejar un poso que puede arraigar o no en el lector. No considero que Lou la perciba como tal, sino como una vía hacia su nueva identidad como persona. ¿El fin justifica los medios? Nuestra protagonista desconoce que esos medios la lleven a algo, simplemente actúa porque gracias a él se siente querida y aceptada, sin pretensiones de convertir al animal en una entidad humana. 

Leedla. Sentid el reposo en cada frase con la cadencia de una hoja descender sobre el arroyo turbulento para dejarlo en calma. Hacedme caso, cada vez que veáis un oso, no lo miraréis con los mismos ojos. Os darán ganas de sentir su pelaje, y hasta de ver (solo ver), de qué se trata ese tal hueso peneano (seré sincera, ojiplática me quedé). La pregunta es, ¿qué puede ver Lou de sexual en un oso? La respuesta, en la mente del lector.

*  *  *

Puedes encontrar otras novelas que han tratado el tema de este singular amor zoofílico hacia los animales: Mi mujer mona, de John Collier, con una chimpancé; Mi perra Tulip, de J. R. Ackerley, con una cachorra; El rabino pagano, de Cynthia Ozick, con un árbol. 




Marian Engel nace en 1933 en Toronto. Licenciada en Lingüística en la Universidad de Ontario, se especializó en literatura canadiense. En 1962 se casó con un productor de la televisión pública, del que se divorciaría en 1977. Su faceta como escritora comenzó en 1964, cuatro años más tarde publica No Clouds of Glory. Aunque su obra maestra vendría en 1976 con Oso. Engel fue activista por los derechos de los escritores y ha sido alabada por escritores como Margaret Atwood, Alice Munro o Margaret Laurence. Fue la primera mujer en tener un asiento en la junta directiva del sindicato de escritores de Canadá. En 1983 fue nombrada Oficial de la Orden Canadiense. Tres años después fallecía de cáncer en Toronto.



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