melancolía


¿Sabés qué pasa? ¿Viste cuando Buenos Aires se vuelve más gris y dolorosa que de costumbre? Sólo quedan las manos para señalar el cielo.
Me puse a mirar viejas fotografías de aquél viaje. Sí. Ése viaje. Ése. Recordé, fue el único instante de felicidad que tuve en toda mi puta vida. Los suelos. Las casas. Las personas. Las rutas por las que anduve. Los micros. Los trenes. El metro. Los aviones. El color. El color es verde. No es casual. El verde ha sido mi color preferido durante la infancia. Quizás intuía el futuro. El futuro negro. De cruces sobre mis ojos. De clavos sobre mi boca. De disparos sobre mi cuerpo.
Decía, capturé en las retinas ése brillo. El de la esmeralda. El de la creencia. El de la fe. Fe en el cielo. No el cielo de Dios. El cielo de las alas. El cielo de mis árboles. El cielo de mis alucinaciones: el que recubre al verdadero amor. Tan sólo me quedan las manos para señalarlo. Sí. Cerrar los ojos. Dejar que me aplaste.



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