Carta a la deriva

Por: Héctor Cediel

¡Qué alegría es verte y sentir tu piel, para el corazón que te anhela! Tu belleza te ha hecho dueña de mi vida y de mi muerte. Solo tú conoces la enfermedad que me aflige. La belleza no lo es todo, si no se aprende a ver el alma. El amor solo reduce o aumenta las realidades. La pasión de mis sentimientos, es más ardiente que las brasas. Besas como si quisieras tragarme, así como el mar se devora a los cuerpos vencidos o resignados. Trato de alcanzarte y te alejas como una estrella caída en el mar. Estoy cansado de gemir de los duelos y que el aire invente tu sonrisa de mujer amada. He tratado de ser la sombra que siempre he perseguido. Creo en la resurrección de la carne, ya que la suerte creó como hermanos al amor y a la muerte. Ven a recoger dulzuras para que los secretos de tu sangre, soporten a las locuras del invierno. Mi fatigada juventud te imagina y no desvirtúo sus intenciones. No quiero que pasen los deseos de largo, sin cumplirse. Ahora me hieren los golpes de felicidad, me matan. Las noches continúan cubriéndome con su ardiente cuerpo. Las alabanzas del amor nos atrapan con el gozo de sus redes. El vino de la noche me iluminó, para que pudiera embriagarme con el espíritu del placer. Lleno de asco, el amor se suicida. Levanta el luto de tu piel y ¡vive! Deja que resucite tu hermoso cuerpo. Abracémonos hasta respirar la muerte.

Déjame probar la miel ardiente en tus labios purpurinos. ¿Cómo no rendirle culto al placer, cuando resplandece cual diamante, las líneas de tu cuerpo? Los placeres labiales me atragantaron con estrellas. Desnudos los cuerpos se sugieren para la desacralizadora conquista y la copula. Floto sobre tu desnudez, como un rio cabalgando a pelo otro rio. Nos entregamos a navegar, sin desteñir nuestros sueños. Tus muslos aun gozan del sabor a caramelo y del olor a los gemidos de las selvas. Te adulo con palabras prohibidas, mientras te enjabono para incensar a las sensaciones nauseabundas que nos asquearían en otras situaciones. La paz que aportan las entreabiertas piernas, se devora al barco entre la bruma con cantos de amor marinero que rasgan la carne. Tu vaso misericordioso me embriaga, para que no muera de olvido. Eros vomita sobre las sabanas. Después… El abandono hasta que nuestros cuerpos plácidos comienzan a amarse una vez más. Después de compartir contigo las conquistas de las cumbres, la desventura me regresa al fango cual ramera murte. ¿Aceptamos la llegada del momento de la separación? Solo el miedo nos obliga a evitar el contacto con la realidad. Las sombras de tus amantes danzan sobre tu vientre, como las agonías de las noches de sexo. Dormimos profundo y desgarbadamente, embriagados por los recuerdos. Enterré la memoria de tu cuerpo, en los extramuros de los laberintos del pensamiento. Me encanta recordarle a la imaginación, que el pasado concibe imágenes o inventa algunas con los retazos de los recuerdos que logra rescatar, después de los naufragios inverosímiles o fantásticos.

Junio 2012

Imagen de Pixabay

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