REGRESIONES en REVISTA QUIMERA


Tensiones no resueltas


Vicente Muñoz Álvarez regresa a los lugares comunes de su infancia, adolescencia y juventud a la búsqueda de los materiales con los que forjó su carácter y la forma personal que tiene de entender la vida. Regresiones no es una sucesión de historias o anécdotas de aquellos tiempos, es mucho más que eso. Con un estilo visceral, Vicente Muñoz Álvarez trascribe sobre el papel lo que le llega al recuerdo de lo que entonces era su vida. Y lo hace en forma de pequeñas píldoras, de dosis medidas pero llenas de intensidad. Se suceden las enumeraciones de lugares, de amigos, de garitos, de bandas, de lecturas, de momentos que le hicieron ser como es, añadiendo una nueva pieza al puzle personal que contiene en el interior: el puzle de su alma. 

El edificio siniestro que provocaba las más terribles pesadillas, las noches de sábado viendo el festival de Eurovisión, aquél juguete que le permitió saber que la imaginación no tiene límites, la crueldad de la manada frente el niño diferente, los severos correctivos en el colegio religioso, televisión española y UHF, Historias para no dormir que conseguían su perverso efecto, el poder de viajar más allá de las estrellas sin salir de la habitación, la fascinación por las rocas y los animales de acuario, la atracción por el horror, la curiosidad satisfecha con un microscopio, el poder de los nunchacos, el hogar en los salones recreativos, pijos, frikis y manguis, revistas eróticas para adultos con las páginas pegadas, los irrepetibles y libertarios años 80, las bandas y la movida de León, los héroes salvajes que no tuvieron miedo a la aguja, las noches eternas, el estallido de la cultura subterránea, la universidad que huele a humedad frente a «aquí tengo una batería y ganas de golpear», el triste encanto del perdedor y el deseo de ser maldito, la fórmula secreta bajo la lengua, el poder de la amistad, cuarenta y dos maletas llenas de zapatos de un solo pie.

Las tres primeras partes del libro (La dictadura –estigma–, La transición –fiesta– y Los 80 –héroes–) son fogonazos de recuerdos no censurados que esconden las claves de lo que Vicente Muñoz Álvarez es hoy en día. La impresión que da el libro en una relectura es que nos dibuja con sus enumeraciones una figura interior que apenas está esbozada sobre el papel, pero que contiene todo lo necesario para identificarle. Como si fuese un iceberg, nos muestra un diez por ciento de su contenido para decirnos que abajo, detrás o dentro de él, está el noventa por ciento restante. 

La cuarte parte del libro (Días extraños –temblor–) nos sitúa en la realidad del autor leonés en el momento justo de volcar sobre el papel los recuerdos durante varios meses del año 2014. Esta es la parte que justifica lo que ha llegado a su cabeza, el porqué de la búsqueda, la necesidad de agarrarse a algo, de tener una brújula que le oriente en el ciclo del cambio que está viviendo. Pero en realidad, Vicente Muñoz Álvarez lo que busca es reafirmarse a pesar de todo y de todos, y proclamar que sus valores (soledad, fidelidad, amistad, dioses de las montañas y del bosque, tribu, proyectos, escritura, literatura, verdad) son los que le hacen vivir y son los que le sacan del abismo, y que esos valores están dentro de los tres capítulos anteriores, que aquellos años estuvieron bien, que fueron vividos con intensidad, pero que por delante hay más madera que quemar porque faltan todavía muchas hogueras. «Perseguir el ideal, el espejismo y la perla, tras la apariencia cotidiana de las cosas… también en ello / pluma en mano / continúo.»

La huída hacia adelante, el exorcismo de la escritura de este libro, le afirma en su lucha «para evadirme del otro horror, el auténtico y verdadero: esta sociedad podrida que el hombre ha creado, la hipocresía, la política y el capitalismo…»

A modo de colofón se añade una quinta parte al libro (Coda), donde los amigos de entonces narran historias en las que el autor leonés es actor principal, y que contienen los valores y los lugares comunes que Vicente Muñoz ha mencionado anteriormente, entretejiendo y reafirmando las sensaciones del autor, cerrando el círculo de forma perfecta.

Como dice Julio César Álvarez en el prólogo, Regresiones es «un canto al tiempo que no volverá. De ahí su increíble magnetismo.»

Al fin y al cabo la vida se compone de regresiones, de tensiones no resueltas.


Esteban Gutiérrez Gómez, en Revista Quimera Nº 380-381, Julio 2015.




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