Quedamos de vernos a las siete.
Yo llegué en punto, ella con un retraso de quince minutos.
Al mirarla a lo lejos pensé en lo bien que se veía, pero en el fondo esperaba que hoy algo fuera diferente.
Tomamos un café y platicamos por horas, caminamos por cientos de calles, a tal grado que creo que rodeamos la ciudad entera.
Casi al final de todo, entendí que desde el primer momento en que la vi acercarse supe que nada en este encuentro saldría como imaginé.
Nada fue como predije, y sin embargo, me la he pasado tan bien que quiero evitar la posibilidad de perder este recuerdo algún día.
De ahí la necesidad de escribirlo y vivirlo en cada lectura.