Lo que más me gusta del clásico club de jazz de los viernes - además de la música - es el rojo de las paredes tan intenso, similar al lápiz labial que ella usa.
Saber que podemos bailar enredados hasta el amanecer sin sentir culpa o bebernos todo el whisky perdiendo la compostura con cierta elegancia, mientras ella además fuma sus cigarrillos con boquilla y yo hundo mis manos dentro de su falda que por lo general, es oscura.
Charlie Parker o John Coltrane en pantalla gigante. El suelo a cuadros blanco y negro simulando un tablero de damas. El aroma a pasado en un presente tan moderno a pasos casi de un futuro extremo frente a nuestras narices. Sin embargo, a pesar de todo sonreímos. A pesar de sus veintitrés años y mis cuarenta y cinco.
Todo eso y ella me gustan. Demasiado.
+