Chris Gooch sólo tiene 20 años, pero aunque en sus cómics se vislumbran inquietudes y la sensibilidad propia de esa edad, su madurez como narrador resulta ciertamente notable. Gasoline Eye Drops es un buen ejemplo de lo que decimos. Llegamos a este tebeíto gracias a las siempre aprovechables recomendaciones de Paul Gravett y sus ojeadores alrededor del globo.
Gooch escribió y dibujó este trabajo dentro de un proyecto becado de promoción artística de la RMIT University Link en Australia. El cómic se presentó también como exposición artística con murales gigantes que reproducían las páginas del tebeo. En el prólogo de la obra, Mandy Ord, la editora y tutora del proyecto, enumera algunas de las muchas virtudes del mismo:
I can snap my fingers to the beat of the lives depicted in Gasoline Eye Drops and know that I am connected to everyone else. And that is what a great comic can do. It can pull you in and incite you as a participant, observer and witness simultaneously. But more than that it can help you to realise a revelatory truth about the characters and an ever deeper one about yourself.
Tiene razón Ord cuando insinúa la valía de Gasoline Eye Drops como estudio del comportamiento humano: la capacidad de Gooch para capturar con naturalidad el pulso de la vida y de los conflictos interpersonales, su habilidad a la hora de construir diálogos precisos y verosímiles, hacen que este trabajo supere los valores más obvios anclados a la cotidianidad que se adscriben a la etiqueta "slice of life". El minicómic de Gooch funciona como análisis psicológico y como ejercicio introspectivo en el que se indaga sobre las consecuencias de nuestros miedos, frustraciones, deseos y sueños.
A partir del triángulo amoroso formado por Simon, su nueva novia Sarah e Issac, el exnovio recién abandonado de ésta, Gasoline Eye Drops navega en el infierno de los celos, el rencor y la impotencia que generan algunas rupturas sentimentales. Las visitas al psicólogo de Simon, el personaje principal, constituyen una interesante subtrama dentro del cómic, en la que el autor despliega una serie de elementos oníricos y aspectos del subconsciente que ayudan a enriquecer el relato principal; al mismo tiempo que dotan a la historia de matices y complejidad.
Para subrayar el desasosiego y la impotencia de los personajes, Gooch recurre a una organización reticular de la página (sujeta a variaciones menores) formada por seis viñetas cuadradas idénticas organizadas en dos filas. El reducido tamaño de las viñetas y la simetría estructural contribuyen a profundizar en la atmósfera opresiva que domina la historia. La abundancia de planos medios, primeros planos y planos de detalle incide en esta misma cadencia pausada (propia de lo rutinario), pero recorrida por la tensión soterrada que se deriva de los comportamientos compulsivos y de las frustraciones de los protagonistas.
¡Qué más podemos decir de un autor que apenas ha cumplido la mayoría de edad! Después de minicómics tan interesantes como Hidden y, sobre todo, este Gasoline Eye Drops, sólo nos resta esperar con mucha atención futuros trabajos de un creador que aún no ha alcanzado su madurez. Sólo podemos esperar buenas noticias de Chris Gooch.