Me quedo viviendo en el segundo
en que tus ojos se cruzaron con los míos,
encuentro en un rincón de aquel desvío,
una parada a tientas, y una noche,
el azar de tomar otro camino.
El viaje de vuelta imaginando,
si podría retarte a cuerpo en un duelo,
el lugar de la batalla, mi cuarto,
y dejando nuestras armas en el suelo.
La victoria, la dejamos en empate,
las heridas, en caricias y mordiscos,
la derrota, la olvidamos un momento,
y el reparto de ganancias que la hagan,
las señales de tu pelo por mis dedos.