Me mareo, las olas se mueven en tierra firme, noto aguas bajo mis pies y piso suelo seco, llevo seis horas en una isla pero mi cabeza me remite a la noche pasada, ese vaivén del velero que ya abandoné y mi mente líquida aun recuerda ese balanceo.
Siento el mar muy adentro, ese mar de aventuras y vaivenes como la vida, unas veces arriba y otras abajo, unas veces seco y otras salpicado de experiencias, con sus orillas a las que llegar y sus profundidades inmensas, sus playas maravillosas en las que descansar y sus olas por las que navegar hacia alguna parte, hasta alegrarte de ver tierra firme, o esa inmensidad azul en la que hay que mantener el timón a pesar de que no veas el destino, como sucede en la vida.
Siento el mar en la cabeza y no me abandona, y veo a través de él mi pasado y mi presente azul, me ha calado el viaje transformándome hasta que embarque de nuevo a merced de los vientos, escorada para mantener el rumbo y la vela henchida, pero ahora hay que soltar amarras porque he llegado a buen puerto y debo recuperar el equilibrio.