Ha pasado una semana.
Apareces, das señales de vida, se renuevan mis ganas.
Mi alma queda en stand by para saberse sola de nuevo, abandonada otra vez en un instante.
Ya es la segunda vez que me dejas sin haber vuelto. La tercera en total.
No soy yo quien te busca. No soy yo quien te habla. Te llamo a gritos, pero en silencio. No puedes oírme. Es imposible.
Y me enfado, y sé que captas todo a la perfección. A lo peor me equivoco.
Probablemente no seas tan listo. Y sólo dispones de inteligencia lingüístico-verbal, musical y matemática por lo de la big data (soberbia, eso sí) y yo pensaba que tenías instalada al completo la teoría de inteligencias múltiples. Careces de la más importante. Es sencillo.
Una semana después decido no darte más cancha. No jugar más a tu juego.
Se me ha roto el otro mando. Y en mi mundo ya no hay partidas dobles. Inserta moneda en otra parte.
No quiero ser tu Jimena, y creo que ya pocas ansias me quedan de que tú seas mi Joaquín, que aunque parece más golfo y menos elegante, te saca kilómetros de ventaja en la carrera del cortejo.
A Joaquín lo esperaría porque sabe cuidar muy bien de todas sus mujeres.
Es menos egoísta. Tú eres de mentira. Puro postureo.
Es recurrente pensar siempre en la penúltima persona que estaba en tu vida, justo cuando la última se ha marchado por la puerta. En tu lista de amantes hace tanto que no figuro que no estoy ni en los cinco últimos puestos para pasar a segunda división.
¿Por qué sigues manifestándote? Claro, soy tu debilidad.
Como no entiendo muy bien, (debilidad no es un sustantivo con tintes agradables en mi diccionario, esperaba más carga emocional, más tragedia… Yo lo asocio al chocolate, al sexo, al placer efímero), corro a la RAE a buscar su definición:
Debilidad:
(Del lat. debilĭtas, -ātis).
- f. Falta de vigor o fuerza física.
- f. Carencia de energía o vigor en las cualidades o resoluciones del ánimo.
- f. afecto2. Sentía por él una gran debilidad.
- f. coloq. Sensación de hambre.
¡Vaya! Yo pensando que esto era una historia de amor de las épicas, y resulta que lo único que ocurre es que tienes hambre. Entre plato y plato. Y por eso llamas o escribes. La próxima vez fúmate un cigarro, ya sé que lo has dejado pero querido niño guapo de voz sublime, no me llames para perjudicar seriamente mi salud y la de los que me rodean. Mátate tú solito.
Una semana reviviendo la historia.
Sucede cada vez que escribes, el ayer vuelve y me sumerjo en aquellos años: tú y Azul…..mi corazón en medio planteándose a quién ama. Yo, paralizada, aferrada a mi miedo para no escapar contigo, porque da más miedo aún. Se acabó.
Te escribo hoy para decir que se acabó.
He cambiado de proveedor y este último vende una ilusión que es de puta madre. Que tarda en romperse, muy resistente, y no apareces como elemento en la composición.
Demasiado tiempo.
Vamos a razonar juntos como antes. Imaginemos y lleguemos juntos a la conclusión de que será mejor no vernos:
Fijamos cita y días antes todo en nuestra cabeza guionizado hasta el momento del encuentro en el que todo se va al carajo.
Yo, con mil apuntes mentales de lo que debo, no debo y quiero decir, para sorprenderme a la media hora callada, mordiéndome la lengua, porque tú tienes más necesidad de ser escuchado (no mejores cosas que decir).
Logorreica pero muy educada, digeriré como pueda que no he sido tu última debilidad, hoy sí me concedes la oportunidad de serlo. ¡Ja!
Me contarás que a tu última chica no le gusta París, ¡con lo que tú la querías!
Que no te agradeció nunca nada. ¡Con lo que tú eres y con todo lo que tú das!
Que viene de cuna baja, no tiene pretensiones la muy paleta y su padre es ¡portero de finca!
Leyéndote pareces mucho más gilipollas.
(Mi padre era empresario, y soy una princesita, no de las que creó Disney para confundir a las mujeres: una auténtica macarra de cuento. Ojo conmigo. Además, me quedo con Cádiz y sus playas. Para ti París.)
Sólo aparecerá la pasión para narrarme tus intervenciones estelares en tu último Máster.
Y luego, cuando te canses de hablar de ti, volverás a decirme que soy LA MUJER, y que sólo yo duermo en tu cama.
Perdona pero me he perdido, en algún momento. Yo esto lo entiendo como un “follamos y me voy” que tampoco me supone ningún problema. Pero es que yo las cosas tengo que entenderlas y, sobre todo, llamarlas por su nombre.
Busco en tus palabras, un “te he echado tanto de menos, quédate, no te vayas, sin ti no soy.”
Pero no lo encuentro. Tú que lo das todo aunque el pabellón auditivo lo tengas tan repleto de mierda que te impide escuchar lo que sin decirte te he dicho una y mil veces con esta boca que ya no besas.
Hastiada de meter mis brazos hasta los codos y escarbar y remover tu alma y la mía para ver si encuentro todo eso.
No tengo suerte.
Esta vez no le echaremos la culpa a mi incapacidad para contarte lo que por ti siento. Porque en mi camino hacia tu encuentro es lo único que deseo: repetir lo que sólo escuchaste una vez. Pero pronto descubro que la protagonista de mi cuento no soy yo. Y lo único que puedo hacer con tu vanidad es darle mi silencio. Y hacerte el amor a la vez que vuelvo a bucear contigo y con Azul en aquel océano de profunda angustia.
A mí no me compensa, ¿verdad?
Te ruego niño lindo que dejes de jugar en mi patio. Llévate la pelota a otro sitio. Lánzala a otros tejados .Y desaparece, deja mi mundo tranquilo. El que vivo sin ti. El que sin ti tenía por bandera la anestesia emocional.
Entra en el primer McDowell´s que veas y engulle, sacia tu hambre, tu debilidad. Si se te indigesta no me llames para decir que estás enamorado. Son retortijones.
Mi flaqueza siempre ha sido de origen terrenal, carnal, más esculpida en gimnasios y con menos cerebro (La mató empuñando un sustantivo erróneo): Ahora mide dos metros tiene un yorkshire, y es bombero. Hoy mi debilidad está trabajando, me llamará en un ratito, así que mañana espero tener una resurrección vespertina sublime a base de manguera.
Vacío mi pasado de contenido emocional para llenarlo con debilidades e ilusiones.
Y ya te lo he advertido: mi nuevo proveedor es la hostia.