72)Una nueva campaña electoral en la carretera, de mitin en mitin. No llevo la cuenta, pero diría que está es la número quince en diez años trabajando en la sección de política. Los sentimientos son encontrados: hastío por la bajeza del debate, las ocurrencias estúpidas, la propaganda de baratillo, las escenas que se reptien; pero también cierta fascinación infantil por lo que tiene de crepuscular, de viejo circo ambulante que se presenta de pueblo en pueblo con su espectáculo, prometiendo ilusiones y magia, dulcemente ajeno a la realidad que les rodea.
73)Xavier García Albiol es un fenómeno singular en la política catalana, a la que coloca ante un incómodo espejo de contradicciones. Habitual diana de duras acusaciones de racismo por su discurso de “tolerancia cero” con la inmigración, con esa obsesión por “limpiar” las calles de Badalona que conecta con un guión de Harry el Sucio, recibe al mismo tiempo el apoyo mayoritario en los barrios trabajadores de la ciudad. Antiguos feudos de un PSC que aún sigue preguntándose cómo, cuándo y por qué… Albiol no tiene reparos en definirse como un populista “en el buen sentido de la palabra” y ayer se dio un baño de masas con una butifarrada que reunió a 3.500 personas en la plaza Trafalgar. Punto neurálgico del barrio de Llefià en el que la dialéctica Albiol saluda al visitante impregnada en pequeños detalles, como un cartel que advierte sin sutilezas al propietario incívico de perros: “Si no la recoges… ¿Ser un cerdo te saldrá caro?”.
Más que un acto político fue una fiesta familiar, amenizada con música de Alejandro Sanz y Enrique Iglesias, y en la que predominaron el blanco y el azul de las camisetas y gorras con el lema “Alcalde Albiol”, mientras brillaron por su ausencia las siglas del PP. “Yo nunca votaré a Rajoy, pero a este chico sí. Ha hecho mucho por la ciudad, pisa la calle, es valiente”, aseguraba Manuel, un jubilado que aguardaba pacientemente la prometida comida. Una opinión que repetían muchos de los asistentes al mitin, también la clientela de los bares adyacentes, atentos al duelo entre Jorge Lorenzo y Marc Márquez, y que puede explicar sin el barroquismo de politólogos sus buenos resultados en las urnas. Albiol genera entusiastas apoyos, pero también críticas. En el Club de Petanca Trafalgar, fundado en 1988 y que cuenta con más de trescientos socios, contemplaban el “espectáculo” entre indiferentes y molestos. “Habla más que hace”, sentenció lacónica una de las veteranas jugadoras. En su intento de alcanzar la mayoría absoluta, Albiol se desmarcó sutilmente del partido y tendió la mano a todos sus conciudadanos, aunque sean “independentistas y socialistas”. “No quiero cambiar la ideología y la forma de pensar de nadie, sólo pido que participe en este proyecto transversal”, afirmó Albiol, ataviado, casualidad o no, con el uniforme de moda entre los socialdemócratas: camisa blanca, tejanos azules. Acompañado el ministro Jorge Fernández y Alicia Sánchez-Camacho, rechazó las acusaciones de racismo: “Aquí no se persigue a nadie por su raza, religión, creencia, perseguimos las malas conductas”, dijo. Orgulloso de una manera de hacer política que Fernández y Camacho reivindicaron como “ejemplo” del PP. Y es que Badalona puede ser su principal (o única) alegría la noche del 24-M.
74) Frente al Casal d’Avis Can Ros un grupo de jubilados debaten vivamente. Al ser interrumpidos por el enésimo periodista que merodea estos días por Sant Vicenç dels Horts –nunca este municipio había recibido tanta atención mediática (ventajas o peajes de tener como alcalde a Oriol Junqueras)– lo miran primero con desconfianza; pero no tardan en opinar sobre el líder republicano. “Es un buen tío, educado, pero no aparece por el Ayuntamiento, ni va a los plenos, además no te habla en catalán cuando te diriges a él en castellano”, lamenta Francisco, un veterano militante comunista. El resto del grupo asiente con la cabeza, al tiempo que señala el cartel electoral del candidato del PSC: la imagen de una silla vacía es acompañada por la leyenda “El alcalde que nunca está”. Provocadora campaña que parece haber calado en una parte de los ciudadanos de este municipio, viejo bastión del PSUC y de ICV, donde el paro –el más alto del Baix Llobregat– se ha convertido en un problema estructural. El PSC sabe, además, que el 24-M se dirime en Sant Vicenç algo más que la alcaldía. El miércoles estuvo Carme Chacón con el joven candidato, Miguel Comino, y hoy es Miquel Iceta el que se pasea por el centro del pueblo para llamar la atención sobre las “peculiaridades” de Junqueras. Advierte de que en el balcón del Ayuntamiento el republicano no tiene colgada la estelada pese a “tanto predicar”, como tampoco aparecen las siglas de ERC en su cartel electoral. “Aquí Junqueras tiene un discurso muy diferente al que hace en TV3 o en el Parlament, el pueblo no es independentista”, afirma un joven frente al bar la Quimeta, uno de los puntos neurálgicos. No tiene claro su voto. Todo lo contrario que Montserrat, propietaria de una céntrica y humilde zapatería: “Voté por Junqueras y lo volveré a hacer, trabaja mucho por el pueblo”, asegura. La batalla de Sant Vicenç parece, pues, aún abierta.
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