Lejos del mundanal ruido, de Thomas Hardy


Por muchos clásicos que uno haya leído, siempre queda algo pendiente por ahí (demasiado, en mi caso). Yo no había leído a Thomas Hardy, salvo algún que otro cuento suyo, creo. Me daba pereza, pese a las fascinantes películas basadas en sus obras (véanse, por ejemplo, Tess, El perdón o Jude el oscuro). Y, dado que dentro de un par de meses se estrenará el filme basado en Lejos del mundanal ruido, decidí empezar por aquí. Existe otra adaptación de los 70 que no recuerdo haber visto.

Lejos del mundanal ruido es maravillosa. La edición de Alba es exquisita: tapa dura, buena traducción, letra grande, formato enorme, cubierta de indudable gusto… y un precio muy caro. Pero merece la pena. Me he ventilado sus 580 páginas como si en la vida (literaria) no existiera otro asunto. Es uno de esos novelones a la antigua usanza, con sus toques de folletín, con sus personajes bien trazados, con sus magníficos diálogos, con sentencias para subrayar, con su estructura envidiable… Leyéndola, he sentido lo mismo que cuando devoraba, no sé, Los miserables, Grandes esperanzas o El Conde de Montecristo, por citar unas pocas. La misma grandeza, el mismo entusiasmo en el lector. Por eso es un clásico, claro, no voy a descubrir la pólvora a estas alturas...

En la novela seguimos las evoluciones de Bathsheba Everdene, una mujer fuerte, independiente, revolucionaria para su época, que se ve cercada por tres hombres en el campo, "lejos del mundanal ruido" de la ciudad: un pastor que acaba trabajando para ella, un hacendado con un lado oscuro y un joven sargento que guarda algunas sorpresas en la manga. La novela, ya lo habrán adivinado, te parte el corazón un par de veces, como suele suceder en esta clase de historias. Si adoras los clásicos, un consejo: no te la pierdas. Un par de citas de esta joya:

Se observa en el hombre enamorado una fuerza de la que carece cuando es libre; pero hay en el hombre libre una amplitud de miras que en el enamorado es inútil buscar. Semejante desviación responde necesariamente a la estrechez; y aunque el amor enriquece las emociones, también disminuye la capacidad. 

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Era muy extraño para aquellas dos personas, que se conocían bastante bien, sentirse cohibidos e incómodos por el hecho de encontrarse en un lugar distinto y en circunstancias distintas. En el campo, o en casa de ella, nunca habían sentido vergüenza; pero ahora que Oak era el anfitrión, sus vidas parecían retroceder hasta los días en que eran dos desconocidos.


[Alba Editorial. Traducción de Catalina Martínez Muñoz]

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