DELENDA EST CARTHAGO
Con el temblor pequeño de la ruina
que aún conserva un último fulgor en sus despojos,
paseas por mis templos saqueados,
donde los dioses abandonaron hace tiempo
su palabra en pos de otros altares,
llevándose consigo los tesoros
y dejando tan sólo la fiebre por su hallazgo.
Brilla en ti el hechizo de un resplandor antiguo,
como si algo en mis rescoldos pudiera atestiguar
la luz que me precede, su hermosa arquitectura,
el fuego invisible que aún perdura y lo habita.
Quédate un rato y deja que su ocaso te embriague.
Has descifrado el universo en mis escombros
y comprendes al mirarlos que en ellos se cumplen
las viejas profecías: de este lugar no se regresa
y te vas volviendo por sus calles transparente.
No temas: hay algo hermoso entre sus muros.
Detrás de cada esquina se esconde el deseo,
y es al irse desgastando la piel que lo recubre
que empieza a vislumbrarse -habitante agazapado,
cruel fantasma que en nosotros se despierta-
la ciudad derruida del amor y sus contornos.
Alfonso Brezmes
Con el temblor pequeño de la ruina
que aún conserva un último fulgor en sus despojos,
paseas por mis templos saqueados,
donde los dioses abandonaron hace tiempo
su palabra en pos de otros altares,
llevándose consigo los tesoros
y dejando tan sólo la fiebre por su hallazgo.
Brilla en ti el hechizo de un resplandor antiguo,
como si algo en mis rescoldos pudiera atestiguar
la luz que me precede, su hermosa arquitectura,
el fuego invisible que aún perdura y lo habita.
Quédate un rato y deja que su ocaso te embriague.
Has descifrado el universo en mis escombros
y comprendes al mirarlos que en ellos se cumplen
las viejas profecías: de este lugar no se regresa
y te vas volviendo por sus calles transparente.
No temas: hay algo hermoso entre sus muros.
Detrás de cada esquina se esconde el deseo,
y es al irse desgastando la piel que lo recubre
que empieza a vislumbrarse -habitante agazapado,
cruel fantasma que en nosotros se despierta-
la ciudad derruida del amor y sus contornos.
Alfonso Brezmes