Después de un año en barbecho, regresamos a la Ciudad Condal para disfrutar del 33 Salón del Cómic de Barcelona, visitas y actos a contrarreloj, reencuentros tan intensos como fugaces. Toda una ceremonia efímera de periodicidad anual.
Respecto a nuestra última visita, el Salón había cambiado su emplazamiento: desde su antigua ubicación en el palacio 8 de Fira Barcelona Montjuïc, a la actual en las plantas baja y superior del palacio 2 y en la plaza Univers. En el cambio, la organización ha ganado cientos de metros de recorrido, y los visitantes una holgura y un desahogo en la visita que nos ha hecho olvidar sofocos precedentes. No es casual que, según los datos ofrecidos, el Salón haya batido este año todos sus records de asistencia. Las colas a la entrada del recinto daban espanto y, estamos seguros, disuadieron a más de algún incauto a la hora de engrosar las cifras de esos 113.000 asistentes. Se presiente que, para algunos, los rigores de la crisis se van relajando poco a poco.
Entre los peros a la nueva ubicación y distribución del Salón (siempre hay una cruz), parece obvio que las exposiciones y muestras han perdido presencia y prestancia en la vastedad del escenario; hasta la organización parece haberlo entendido así: daba un poco de pena ver las impresionantes planchas originales de The Spirit desparramadas en una desangelada nave lateral de la planta baja. Hubieran merecido más atención y cariño. Un tanto sucedía con el resto de las exposiciones que se se hallaban alejadas de los lugares centrales de la muestra: desapercibidas pasaban la de las "Autoras de cómic femenino en el Franquismo 1940/1970", e incluso la de "Anacleto Agente Secreto" (aunque en este caso la parafernalia cinematográfica dotaba de más presencia a los paneles expositores). Algo mejor trato recibieron la interesantísima exposición sobre Gallardo (pese a su disposición esquinada), la de Perich o la de los estupendos trabajos de "Cifré & Cifré", padre e hijo. Gotas de agua en un oceano de stands, bares, cafeterías, tenderetes, estructuras publicitarias, photocalls y puestos de chuches, en todo caso.
En la planta superior, entre R2D2s, Estrellas de la Muerte y Juegos de Tronos, se mostraba "Cómics fantásticos", la exposición estrella de un Salón dedicado a la fantasía. Un muestrario impresionante, y un tanto disperso, de originales de primer nivel (organizados en cuatro o cinco categorías genéricas); entre ellos, encontramos páginas que habíamos leído y releído cien veces de Raymond, Moebius, Chaykin, Corben, Serpieri, Bilal, Peeters y cualquiera que tengan ustedes a bien pensar. Más músculo y exhibición ferial que sistema. Impresionantes, por cierto, los grandes óleos de Corominas para las portadas de libros e ilustraciones de la edición española de Juego de Tronos.
Entre nuestras actividades favoritas del Salón está, sin duda, la de poner cara a autores que admiramos y saludar a otros con los que ya nos hemos cruzado en alguna ocasión anterior. A algunos de ellos (polifacéticos y pluriempleados), como Pepo Pérez, nos los encontramos en la reunión matinal de la ACDCómic (Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómic de España), que José Antonio Serrano, nuestro presidente, había organizado con tanto mimo y dedicación como siempre para la mañana del sábado. A otros tuvimos ocasión de saludarlos durante el Salón. Tuvimos ocasión de cruzar unas palabras y pedir dedicatoria, por ejemplo, a nuestro admirado Igor, o a Bryan Talbot, que asistió a la jornada de firmas junto a su mujer Mary Talbot. Observamos solidarios la ola de fervor que está engordando Frederik Peeters con cada nueva obra que publica; y con la inercia hipnótica de ese Aama suyo que va camino de convertirse en el gran cómic de ciencia-ficción de la década; y pudimos constatar que, un año más, las grandes colas del salón homenajean a tipos esenciales de nuestra historia viñetera, como son Jan o Ibañez. Importante, por cierto, la legión de admiradores que arrastraron Ana Oncina y su Croqueta y Empanadilla (Premio Popular a la Mejor Obra).
Super Jan y Efepé. Vuelve el héroe |
Frederic Peeters y Jason. Jóvenes clásicos |
Igor, reportero con causa, viñetas comprometidas |
Ana Oncina. Croquetas para todos |
Miguelanxo Prado, uno de los nuestros |
El 33 Salón del Cómic de Barcelona será recordado porque fue el año en el que Fabricar Historias, de Chris Ware, la obra clave de los últimos tiempos, no recibió premio; siendo su lugar ocupado por la correcta Saga, de Brian K. Vaughn y Fiona Staples. Alfred Hitchcock nunca ganó un Oscar, algo que para nada habla mal de Hitchcock. Afortunadamente, el resto de premiados le puso una tirita a la brecha (catarata) del desagravio. Merecidísimo fue, por ejemplo, el Premio a Mejor obra de autor español publicada en España en 2015, otorgada a Las Meninas, de Santiago García y Javier Olivares; un cómic fabuloso, inteligente, erudito y muy divertido. Se les veía a los dos aurores lucir radiantes y presumir orgullosos como padres de la barroca criatura. Nos comentaba luego el señor Olivares que al principio no las tenía todas consigo, ante la nómina rutilante de nominados con la que competían este año: no olvidemos que entre los elegidos había cómics fantásticos, como el Yo, asesino, de Altarriba y Keko; Las guerras silenciosas de Jaime Martín; Las oscuras manos del olvido, de Hernández Cava y Bartolomé Seguí; quien repetía junto a Gabi Beltrán en Historias del barrio; o el emocionante He visto ballenas, de Javier de Isusi; y no nos olvidamos de Álvaro Ortiz, Luis Bustos, Antonio Hitos, Zidrou y Lafebre o Furillo ¿Se habían alguna vez juntado tantas y tan buenas nominaciones?
Olivares y García, winners |
A justicia divina suena también que el Gran Premio del Salón recayera en un grande como Abulí, guionista para más señas, autor de muchas páginas esenciales del cómic español (amén de traductor de clásicos entre clásicos).
Pero, no nos engañemos, quizás lo mejor de estos macroeventos resida en su capacidad aglutinadora, su condición de excusa perfecta para visitar una ciudad estupenda como Barcelona, reencontrarse con viejos amigos como Pejac o López Cruces, hablar y discutir de cómics, y conocer a tipos tan majetes como Javier de Isusi, al tiempo que te desvelan los secretos de sus cómics a la sombra de una cervecita (o más).