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Redes sociales, futuro
amores compartidos
pulgares metálicos
y mente decodificada


My dear Face,

El día que vi Her, supe que todavía estaba en mis cabales. Joaquin Fhoenix, había caído rendido a los pies de un programa informático con voz seductora y femenina. Yo de una red social muy masculina con un harén incontable de concubinas.

Recuerdo el día que te conocí. Abrí el ordenador y busqué en Google: Facebook. Cuando vi tus ojos azules con esas pintas níveas, supe que eras el hombre de mi vida. Mi alma gemela. Daba igual que nuestra relación tuviera que ser abierta. Mi educación estricta de rosario y mantellina, me decía que era pecaminosa. Sin embargo, quedé prendada por tus cualidades. Así que aparqué mis prejuicios y me adentré en tus dendritas. Poco a poco conocí a mis contrincantes, aquellas y aquellos —no olvidemos que tu ambigüedad sexual sigue pujante— con los que competía a diario… Personas anónimas que me pedían amistad y sacaban sus tentáculos por la fluorescencia luminosa de la pantalla.

Todo me dio igual, hasta tuve que rehacer mis sentidos para acoplarme a tus requisitos. Besé tu boca y una corriente automatizada pasó por mi cuerpo dándome vida: ¡pura dopamina! Las teclas transmutaron en tus músculos de titanio. Me convertí en tu presa, no podía respirar si no te veía, me faltaba el aire. Tu fragancia a electricidad condensada doblegaba mis emociones. Hasta hice el amor contigo, escuchando ese sonido inmortal de tu corazón como un runrún imperecedero. Y, ¡zas! De repente, no puedo dormir. Abro el portátil para encontrarme contigo en esas noches calenturientas en las que las sábanas huelen a cinabrio y aparece una nota: “estás bloqueada”.

¿Qué había hecho yo para merecer que me recluyeras en la celda de castigo a pan y agua? Si había compartido las 24h horas del día de todas las semanas, a tu lado. Hasta iba al servicio con la Tablet viendo uno de tus muchos rostros: compartiendo amantes. Me sentí la mujer más desdichada del universo. De nada servía conectarme a Internet si tú no estabas. Pensé que debía confesarme; estaba claro que Dios me había castigado por mantener relaciones múltiples. De rodillas en el confesionario, le expliqué al sacerdote mis pecados; me dijo que tenía que rezar cinco Padres Nuestros y un Ave María. Amén de escuchar misa todos los domingos y fiestas de guardar. El clérigo se enfadó muchísimo. La Iglesia penaliza las relaciones extramaritales, y yo nunca podría cumplir con el Santísimo Sacramento del Matrimonio contigo. Pero te amo tanto, amor mío, que se me hace pesado la vida sin tu apoyo bendito. He puesto en mi muro un lazo negro en señal de duelo. Con ello he descubierto quiénes son verdaderamente mis amigos. Los que me han posteado y se han unido a mi causa, los que no me han dicho nada e incluso me han borrado de sus listas y los indiferentes en su placer extraño... Todos esos camaradas han sido un apoyo muy grande. Me he sentido reconfortada. A ellos le había sucedido lo mismo en algún momento y, aseguran que cualquier día me levantas el arresto.

Entonces volveré a tenerte entre mis brazos, te asiré con todas mis fuerzas y no dejaré que te vayas. Seré muy obediente. Cumpliré a rajatabla todo lo que me digas. Por favor, lee esta carta de amor desesperado y regresa al calor de mi cuerpo. I love you Facebook.

Tuya siempre, Ciberanna

P.D. Tras escribir esta carta de amor desalentado, pasaron los días y seguí sola; ¡mi amante no quería perdonarme! Las noches eran blancas. El reloj repicaba en mis tímpanos. Una hora, otra más y nada. Por fin, me absolvió. Un día me levanté y pude navegar por todos los recovecos de su organismo. Su fragancia a testosterona cibernética humedeció mi hechura. ¡Mi amante volvía a amarme! Cuando vi sus ojos y escuché su voz susurrante, lo besé delirante y su energía incendió mi sexo. Encendí la Webcam y le bailé un privé como la mejor stripper del Bada Bing de Los Soprano. Desnuda, deposité el portátil sobre mi vientre y tuve un orgasmo tántrico. No me importaba que Dios me castigara por mi amor incestuoso. ¡Era feliz! ¡Nos habíamos reconciliado!


©Anna Genovés
Registro de la Propiedad Intelectual V – 490 – 14
Imagen tomada de la red del fotógrafo Ruslan Lobanov, mis agradecimientos.

P.D. Hace dos años que hice la primera y, hasta el momento, única presentación de mi primer libro: Bovary 21. Una novela que vio la luz antes de hora… y que, a posteriori, reedite –bastante ampliada y mejorada— en Amazon, bajo el nombre de Tinta amarga.

Recuerdo que el 25 de abril de 2013, fue un día meteorológicamente calamitoso: llovía a mares. Sin embargo, me acompañaron más de 60 personas; sólo puedo decir, muchísimas gracias a todos, incluido el gran poeta Pere Bessó que hizo las veces de mantenedor de la misma y presentó la novela. Ha llovido desde entonces, la friolera de casi 1.000 días; tiempo fructífero para mi creación literaria.

Poco después, tras sangre, sudor y lágrimas, para rellenar los formularios que la mega plataforma digital exige, comencé a autopublicarme en Amazon. Hasta el momento, llevo tres obras autoimpresas. La última El Legado de la Rosa Negra. La primera, Tinta amarga. Y la segunda, La caja pública | relatos; como su nombre indica, es una recopilación de historias. Unas publicadas en este blog con anterioridad y anuladas tras su publicación en ebook. Parte, en diversas plataformas en las que colaboro. Otras, inéditas.

Hoy, he sentido la necesidad de mostraos algo especial… Este cuento divertido que titulé I love facebook en dicha compilación. Gracias.

Con cariño, y mucho humor, para todos los cibernautas.

Björk - I've Seen It All [Sub Español]

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