MALETÍN
Y allí estaba yo, sentado con la tostada en la mano, dejando que el café se enfriase, ajeno al periódico que amablemente había dejado el camarero sobre la mesa, mirando sin pestañear cómo la vida se movía delante de mí con la sensación de no pertenecer a ella. Todo se movía a distinta velocidad que yo, solo en aquella terraza rodeado de gente en movimiento. Por primera vez me sentí excluido igual que el niño gordo que siempre llega el último, caminando, en las carreras de las clases de gimnasia. Miraba a aquellos hombres con maletines de piel. ¿Qué llevarán?, ¿qué puede tener alguien tan importante como para meterlo en un maletín y desplazarlo de un lugar a otro?, ¿por qué yo no tengo nada que llevar en un maletín?