Lo había pergeñado largamente, había ideado con consistencia casi real, imaginando cada detalle, cada perfil de su sueño, cada color y peso, forma y contenido, incluso había imaginado lo que sentiría al alcanzarlo, poniéndose en situación, sintiendo con precisión la emoción del momento de perseguirlo, casi alcanzarlo, de obtenerlo, de saborearlo. Sin embargo, cuando llego el momento de realizarlo le surgieron mil imágenes alternativas, le invadió el miedo de que no fuese a cumplirse en todos sus detalles, el terror de que fuese peor de cómo lo había ideado, el pavor de hacer el esfuerzo de perseguirlo. Y se esfumó.