Garitos, pandillas y rock en el León de los 80 y los 90
‘Regresiones’ es una novela cargada de autobiografía, la de Vicente Muñoz Álvarez, y un viaje a la memoria urbana y canalla de esta ciudad
Fulgencio Fernández | 22/02/2015, La Nueva Crónica.
Vicente Muñoz (León, 1966) estaba allí. Vicente Muñoz siempre está porque se sube a todos los carros, no se detiene jamás, cultiva todos los géneros, crea. Cree. Editor, narrador, poeta...
Vicente Muñoz estaba en aquel León para muchos mágico de los años 80 y 90, en el urbano, el del Húmedo y el rock, el de las tribus y los garitos, el de las ansias de la libertad recién estrenada. Efervescente. Y cree que, además, aún está sin contar. "Se ha escrito mucho, muchísimo, sobre el León rural, folclórico y tradicional, el de los filandones y los pueblos abandonados y sumergidos y los maquis y las trincheras, pero no sobre el León del CCAN, de la Movida, de las bandas de rock y las tribus urbanas y sus lugares de encuentro".
Lo ha hecho él. Acaba de publicar la novela de aquella época, ‘Regresiones’, que ya está en las librerías y se presentará en el Gran Café el próximo 5 de marzo. Una novela autobiográfica pero, sobre todo, una historia generacional. "Es cierto, es el retrato de una época y una generación concreta, una crónica subterránea del León de los años 70 a 90, que es algo de lo que nadie hasta ahora, que yo sepa, había escrito".
Y escribió él, Vicente Muñoz, que estuvo allí. No niega la nostalgia, aunque no le guste. "Fueron unos años, al menos para mí, realmente especiales e intensos, de formación, escritura, viajes y rock and roll, y tengo de ellos muy buenos recuerdos. No me gusta demasiado eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sinceramente creo que aquel sí lo fue. Tanto a nivel económico y laboral, por supuesto, como a nivel creativo. España salía de una traumática y muy larga dictadura, y con la Transición llegaron aires nuevos, un espíritu festivo y libertario que, a mi juicio, se ha perdido por completo. Aunque han tenido que pasar muchos años, más de dos décadas, para que yo haya podido escribir a mi gusto y con criterio esta novela".
Un León de tabernas, una lista inagotable: el Lisardo, el Emiliano, el Matasiete, el Minibar, el Racimo de Oro, la Cantina (y sus acid test), la Bodeguita, el Oriente Medio, el Lorenzo, el Montejos, el Universal (el bar de Bingo, guitarrista de mi grupo, Veredicto Final, nuestra segunda casa y punto de encuentro a finales de los 80), el Octubre Rojo, la Patata, el Flechazo, el Place (de Mila y Teté), el Pote, el Desnivel, el Garbanzo Negro, la Bodega Regia, el Besugo, la Gitana, la Piconera, el Chivani, la Bicha (vade retro, Satanás), el Valdesogo, la Tierra, el En obras, el Miche, el Húmedo, el Tizón, la Dulzaina, el Cuervo, el Dulcinea, el Celso, el Toisón (que inmortalizaron en una canción, himno de la noche leonesa, Los Cardíacos), el Agustín, el Benito, el Polvos, el Cafetín, el Quijote, la Mazmorra, el Esteban.., uff, vale, un León diferente. "Yo lo recuerdo como efervescente y muy divertido, desprejuiciado y mucho más abierto que el de la actualidad. Lleno de asociaciones y colectivos, bares alternativos, garitos de rock and roll, pandillas y bandas musicales de todos los colores y estilos, y tribus urbanas con identidad. Y desde luego, menos inmovilista y conservador".
Y lo hizo novela, la tituló ‘Regresiones’, la historia que, explica su colega Pacho Rodríguez en uno de los 20 epílogos de este libro que, explica, "es para los que están y para los que ya no están. Incluso para los que ni estuvieron. Es un álbum temporal de fotos de otro mundo que no va a volver. Porque, lo bueno, que hubo mucho, son tatuajes en la piel. Unos son besos. Otros, cicatrices. Nunca se quitarán. Pero ahora aparecen en forma de páginas imperdibles y palabras de un francotirador que, lo dice, no quiere disparar a matar".
Y no mata. Pero descansa, al fin ha escrito la novela que él sabía que llevaba dentro. "Regresiones era para mí una deuda pendiente desde hace mucho tiempo, el libro que siempre había querido escribir. Entretanto, he escrito otros muchos, pero no había tenido la suficiente perspectiva temporal para abordar este, y al fin he logrado hacerlo. Con el añadido, además, de las colaboraciones de veinte escritores y músicos de mi generación, que colaboran en un epílogo coral dando su punto de vista sobre aquel tiempo y el libro, sobre aquel León que vivieron conmigo y que ya no volverá".
Para que no parezca una añoranza de lo vivido y hacer patente ese clima efervescente del que habla Vicente Muñoz, el escritor no duda en traer a la memoria y al papel algunos de los nombres de referencia de aquellos felices años 80. "Para mí el gran referente social y cultural de la época, por encima de cualquier otro, es Los Cardiacos. Ese grupo marcó la juventud de toda una generación leonesa, la mía, y fue la puerta a otros grupos de la entonces incipiente Movida. Y junto a ellos, otras bandas paralelas de entonces, Deicidas, Opera Prima, Positivos, Flechazos, Los Vagos, Salamanders, The Crepitos, La Fuga, Oscuros, Odessa, Abogado del diablo y, por supuesto, mi propio grupo, Veredicto final, yo a la batería... Y también todo el círculo de creadores, escritores, pintores, músicos, etc, del entorno del CCAN, que fue un lugar imprescindible de reunión y de encuentro en aquella época. Y, cambiando de registro, Miguel Ángel Martín y Toño Benavides, dos ilustradores con los que he trabajado en muchas ocasiones, tanto en el fanzine que edito, Vinalia Trippers, como en mis propios libros, que ambos han ilustrado".
Y con estas mimbres – y otras muchas que Vicente Muñoz explica que se quedan en el tintero pues no se trata de hacer un diccionario sino de rescatar algunos nombres inolvidables – se construyó un León en el que se respiraban aires "más intensos, libertarios, prometedores, más festivos y, sin duda alguna, más prósperos a todos los niveles. Creo que con el fin de la dictadura, la sociedad española quiso pasar página y olvidar. Y eso, unido a un período de bonanza económica y efervescencia cultural, hizo de aquel tiempo algo, efectivamente, muy especial".
Cree sin embargo que no se supo valorar todo aquel movimiento y tal vez su novela tenga un cierto afán justiciero. "En León, desgraciadamente, nunca se ha sabido valorar demasiado lo que tenemos. Ni antes ni ahora. De aquí han salido bandas de rock con proyección nacional, artistas, narradores y poetas de renombre que han tenido que irse a otras ciudades para ser debidamente reconocidos. Sólo cuando ese reconocimiento viene de fuera, parece que aquí se comienza a tener en cuenta, un mal endémico de esta ciudad. Pero, sobre todo a nivel musical, aquellos años fueron muy activos, docenas de grupos y conciertos en multitud de salas leonesas, que conformaron un sugerente panorama. Hoy en día, quizás, eso está sucediendo más a nivel literario. Pocas ciudades de nuestro tamaño y país tienen este porcentaje de escritores con obra publicada, es algo que fuera de nuestra provincia circula de boca en boca".
Todo un personaje este Vicente Muñoz "que estuvo allí" y también en Botines, edificio que ha llevado a la contraportada porque, explica, mantiene con él una relación especial. "Mis abuelos paternos vivían allí, en un ático que daba a uno de los torreones del edificio. Allí me recuerdo de niño, mirando por la ventana a la gente pasar. Mi padre, que nació y se crió allí, me contaba a menudo anécdotas del vecindario y la casa durante la guerra y posguerra, sobreexcitando mucho mi imaginación».
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