LA MANO


"Sintió entonces que ponía la mano en su muslo, sobre los vaqueros. La dejó allí, quieta, no como cuando eran novios. Visualizó la mano con los ojos cerrados. ¿Desde cuando se hacía su marido la manicura? Ya no lo recordaba; se sorprendió de no recordarlo. Dedos largos, proporcionados a la estatura, estilizados, sin anillos, con un par de manchas incipientes en las que nadie reparaba por quedar a la sombra de un Rolex Sea-Dweller, sumergible a los puñeteros mil doscientos metros donde le gustaría estar a ella. Una mano con apenas vello, como de muerto. Una mano en otro tiempo ágil y ansiosa, dotada para acariciar. Una mano ahora incapaz de amasar pan. O de encender un fuego"...
www.caunedo.blogspot.com 

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